Página 437 - Mensajes Selectos Tomo 2 (1967)

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Capítulo 2
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Los hombres y las mujeres que han corrompido sus cuerpos
mediante hábitos disolutos, también han rebajado sus intelectos y
han destruido la delicada sensibilidad del alma. Muchas personas
que han pertenecido a esta clase se han casado y han transmitido a su
hijos las taras de su propia debilidad física y de su moral depravada.
La complacencia de las pasiones animales y de la tosca sensualidad
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han constituido características notables de su posteridad, que se ha
ido rebajando de una generación a otra, aumentando las miserias
humanas a un grado terrible y apresurando la depreciación de la
raza.
Hombres y mujeres que han enfermado, en su relación matrimo-
nial han pensado con frecuencia egoístamente tan sólo en su propia
felicidad. No han considerado seriamente la cuestión desde el punto
de vista de los principios nobles y elevados y no han razonado que lo
único que podían esperar de su posteridad era una energía corporal y
mental disminuida, que no elevaría a la sociedad sino que la hundiría
aún más.
Hombres enfermos con frecuencia han ganado los afectos de
mujeres que aparentemente estaban sanas, y porque se amaban mu-
tuamente se sentían con total libertad de casarse, sin que uno ni otro
considerasen que mediante su unión la esposa tendría que soportar
sufrimiento a causa de la enfermedad del marido. En muchos casos
mejora la salud del esposo enfermo, en tanto que la esposa queda
afectada por la enfermedad. El vive en gran medida de la vitalidad
de ella y ella pronto se queja de una salud desmejorada. El prolonga
sus días acortando los de su esposa. Los que se casan estando en
estas condiciones pecan, porque consideran livianamente la salud y
la vida que Dios les da para que las utilicen para su gloria. Si esto
afectase únicamente a los que participan en el matrimonio, el pecado
no sería tan grande. Pero obligan a sus hijos a sufrir a causa de las
enfermedades que les transmiten. Así es como la enfermedad se ha
perpetuado en una generación tras otra. Y muchos arrojan sobre
Dios todo el peso de su miseria humana, cuando ha sido su conducta
equivocada la que ha producido ese resultado inevitable. Han dado a
la sociedad una raza debilitada, y han hecho su parte para deteriorar
a la humanidad al hacer que la enfermedad fuera hereditaria, con
todo lo cual el sufrimiento humano se ha acrecentado.