Página 100 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
También se me mostró el caso del Hno. T. Se ha sometido a una
condición de esclavitud, a la cual Dios no lo llamó. Al Señor no
le agrada cuando los padres ancianos ponen la mayordomía de sus
bienes en manos de hijos no consagrados, aunque profesen la verdad.
Cuando los medios que Dios ha confiado a su pueblo son puestos
en manos de hijos incrédulos, enemigos de Dios, se lo deshonra,
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porque lo que se debería conservar en las filas del Señor se pone en
las filas del enemigo.
Además, el Hno. T ha desempeñado el papel de engañador. Ha
usado tabaco, pero ha hecho creer a sus hermanos que no lo hace. Vi
que este pecado le ha impedido avanzar en la vida divina. Tiene una
obra que hacer, a su avanzada edad: abstenerse de los deseos carna-
les, que batallan contra el alma. Ha amado la verdad y ha sufrido
por causa de ella. Ahora debería estimar de tal manera la recompen-
sa eterna, el tesoro celestial, la herencia inmortal, la inmarcesible
corona de gloria, como para sacrificar con gusto la complacencia
del apetito depravado, no importa cuán grandes tengan que ser sus
sufrimientos, para llevar a cabo la obra de purificación de la carne y
del espíritu.
Después se me mostró el caso de su nuera. Dios la ama, pero
está sometida a servil esclavitud, temerosa, temblorosa, desconfiada,
dubitativa y sumamente nerviosa. Esta hermana no debería llegar
a la conclusión de que tiene que someter su voluntad a la de un
joven impío que tiene menos edad que ella. Debería recordar que
su matrimonio no destruye su individualidad. Dios tiene sobre ella
derechos de un carácter más elevado que cualquier derecho terrenal.
Cristo la ha comprado con su propia sangre. No se pertenece a sí
misma. No pone toda su confianza en Dios, y se resigna a someter
sus convicciones y su conciencia a un hombre inaguantable y tirano,
inflamado por Satanás cada vez que su ma jestad satánica decide que
puede obrar eficazmente por medio de él para intimidar a esta alma
temblorosa y disminuida. Tantas veces se ha visto obligada a discutir,
que su sistema nervioso se ha quebrantado y se halla ciertamente en
ruinas. ¿Es la voluntad de Dios que esta hermana se encuentre en
ese estado y que el Señor se vea privado de sus servicios? No. Su
matrimonio fue un engaño del diablo. Pero ahora ella debería sacar
el mejor partido posible de la situación, tratando a su esposo con
ternura, y haciéndolo tan feliz como pueda, sin violar su conciencia;