Página 99 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Advertencias y reprensiones
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mente, y no requerirá más de él que la fuerza que le ha dado para
resistir. Ha tratado de ser fiel y leal a su profesión de fe. Ha falla-
do en su vida en una cantidad de cosas, pero todo por ignorancia.
Con respecto a la disciplina aplicada a sus hijos, ha considerado su
deber ser estricto, y ha llevado demasiado lejos su disciplina. Ha
tratado pequeñas ofensas con tremenda severidad. Esta actitud ha
contribuido a debilitar, en cierta medida los afectos del hijo hacia el
padre. Durante su enfermedad el Hno. S ha tenido una imaginación
enfermiza. Su sistema nervioso se desequilibró, y llegó a pensar
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que sus hijos no se preocupaban por él ni lo querían como debían;
pero todo esto era consecuencia de su enfermedad. Satanás quería
destruirlo, y al mismo tiempo descorazonar y desanimar a sus pobres
hijos. Pero Dios no ha cargado estas cosas a su cuenta. Sus hijos
están llevando cargas más pesadas que muchos que son mayores
que ellos, y merecen cuidadosa disciplina, y una educación juiciosa,
mezclada con simpatía, amor y gran ternura.
La madre ha recibido fortaleza y sabiduría especiales de parte de
Dios para animar y ayudar a su marido, y ha hecho mucho para unir
a sus hijos a su corazón, y fortalecer sus afectos por sus padres y del
uno por el otro. Vi que algunos ángeles de misericordia volaban por
encima de esta familia, a pesar de que las perspectivas parecían tan
oscuras e inciertas. Los que manifestaron entrañas de misericordia
en favor del Hno. S jamás tendrán que lamentarlo, porque es un hijo
de Dios, amado por él. La lamentable condición de la iglesia ha sido
perjudicial para su salud. Lo vi dirigiendo su mirada hacia el lado
oscuro, desconfiado de sí mismo, y contemplando la tumba. No debe
pensar en esas cosas, sino mirar a Jesús, un Modelo sin falla. Debe
cultivar la alegría y el ánimo en el Señor: hablar de la fe, referirse
a la esperanza; descansar en Dios, y no creer que se requiere de su
parte un esfuerzo tremendo y cansador. Todo lo que Dios requiere es
simple confianza: arrojarse en sus brazos con toda su debilidad, su
quebrantamiento y su imperfección, y Jesús ayudará al desamparado,
y fortalecerá y edificará a los que están convencidos de que son la
debilidad misma. Dios será glorificado en su aflicción, mediante la
paciencia, la fe y la sumisión ejemplificadas por él. ¡Oh! Esta será la
prueba del poder de la verdad que profesamos; es consuelo cuando
lo necesitamos; es sostén cuando todo apoyo de naturaleza terrenal,
concreto, ha desaparecido.