Página 115 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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El traslado a Battle Creek
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pueden cumplirse, mientras se les reseca el alma y empequeñecen
espiritualmente. No se preocupan especialmente de sí mismos, por-
que se les ocurre que si lo hicieran estarían fuera de lugar. No saben
cómo hacer algún tipo de tarea en una iglesia tan grande, y en con-
secuencia se vuelven ociosos en la viña del Maestro. Todos los que
se conducen de esta manera, no hacen más que incrementar la carga
de los que deben llevar a cabo la obra de la iglesia. Son cuerpos
muertos. Hay muchos en Battle Creek que se están convirtiendo en
pámpanos secos.
Algunos que han sido obreros, y que han tenido experiencia en
la causa de la verdad presente, se trasladan a Battle Creek y deponen
su carga. En lugar de sentir la necesidad de redoblar sus energías, su
vigilancia, la oración y el diligente cumplimiento del deber, apenas
si hacen algo. Los que hacen frente a responsabilidades en la oficina,
y no tienen tiempo para otros deberes fuera de su trabajo específico,
se ven obligados a asumir cargos de responsabilidad en la iglesia,
y a llevar a cabo tareas importantes y cansadoras, porque si no las
hicieran quedarían sin hacer, ya que las demás personas no asumen
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sus responsabilidades.
Los hermanos que desean cambiar de ubicación, que tienen la
gloria de Dios en vista, y sienten que sobre ellos descansa la res-
ponsabilidad individual de beneficiar a los demás, de hacer bien y
salvar a las almas por las cuales Cristo no escatimó su vida precio-
sa, deberían trasladarse a ciudades o aldeas donde hay poca luz o
nada de luz, donde realmente pueden ser útiles, y bendecir a otros
mediante sus labores y su experiencia. Se necesitan misioneros que
vayan a ciudades y pueblos con el fin de levantar el estandarte de
la verdad, de modo que los testigos de Dios se diseminen por todo
el país, a fin de que la luz de la verdad penetre hasta donde todavía
no ha llegado, y el estandarte de la verdad sea enarbolado donde
todavía no se lo conoce. Los hermanos no deberían amontonarse
en un lugar porque les resulta más agradable hacerlo así, sino que
deberían tratar de cumplir su elevada vocación que consiste en hacer
el bien a los demás, y ser instrumentos para la salvación de por lo
menos un alma. Pero podría salvarse más de una.
El único objetivo de esta obra no debería ser solamente aumentar
nuestra recompensa en el cielo. Algunos son egoístas en este sentido.
En vista de lo que Cristo ha hecho por nosotros y de lo que ha sufri-