La separación del mundo
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Los seguidores de Cristo deberían ser instrumentos de justicia,
diligentes piedras vivas, difusores de luz, para que puedan favorecer
la presencia de los ángeles celestiales. Se les pide que sean canales,
por así decirlo, para que por medio de ellos fluya el espíritu de ver-
dad y justicia. Muchos han participado por tanto tiempo del espíritu
y la influencia del mundo, que obran como el mundo. Hay cosas
que les gustan y otras que no les gustan, y no pueden distinguir la
excelencia de carácter. Su conducta no está gobernada por los puros
principios del cristianismo; por lo tanto piensan sólo en sí mismos,
sus placeres y sus satisfacciones, y no se preocupan de los demás.
No han sido santificados por la verdad; por eso no comprenden la
unidad que existe entre los seguidores de Cristo en todo el mundo.
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Aquellos a quienes Dios ama más, son los que poseen menos con-
fianza propia, y están adornados con un espíritu manso y humilde;
cuyas vidas son puras y carentes de egoísmo, y cuyos corazones
están inclinados, gracias a una abundante medida del Espíritu de
Cristo, a la obediencia, la justicia, la pureza y la verdadera santidad.
Si todos fueran dedicados a Dios, una preciosa luz emanaría de
ellos, que ejercería una influencia directa sobre todos los que se
pusieran en contacto con ellos. Pero todos necesitan que se haga una
obra por ellos. Algunos están lejos de Dios, variables e inestables
como el agua; no tienen idea de lo que es sacrificio. Cuando desean
cualquier placer o satisfacción especiales, o alguna prenda de vestir,
no consideran si pueden vivir sin esa prenda, o negarse algún placer,
y presentar una ofrenda voluntaria a Dios. ¿Cuántos han pensado
que se esperaba de ellos algún sacrificio? Aunque sea de mucho
menos valor que la ofrenda del rico con su dinero, lo que realmente
implica abnegación será un precioso sacrificio, una ofrenda a Dios.
Difundirá un suave olor, y ascenderá desde el altar como fragante
incienso.
Los jóvenes no están autorizados a hacer como les plazca con su
dinero, sin importarles los requerimientos de Dios. Con David debe-
rían decir: “Porque no ofreceré a Jehová mi Dios holocaustos que no
me cuesten nada”.
2 Samuel 24:24
. Una buena cantidad de dinero se
ha gastado para sacar numerosas copias de sus retratos. Si alguien
contara el dinero dado al artista con este propósito, ascendería a una
suma bastante grande. Y ésta es sólo una manera de dilapidar dinero,
que se invierte para la complacencia propia, sin provecho alguno.