Página 142 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
asunto de la salvación. Nada hay más traicionero que el engaño
del pecado. El dios de este mundo es quien engaña, enceguece y
lleva a la destrucción. Satanás no llega de golpe con todas sus
tentaciones. Las disfraza con una apariencia de bondad; mezcla
cierto provecho con la insensatez y los entretenimientos, y las almas
engañadas esgrimen como excusa para entregarse a ellos el gran
bien que esperan recibir. Esta es sólo la parte engañosa; las artes
infernales de Satanás están disfrazadas. Las almas engañadas dan un
paso, y así se preparan para el siguiente. Es más agradable seguir las
inclinaciones del propio corazón que ponerse a la defensiva y resistir
la primera insinuación del artero enemigo, para cerrarle el paso de
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ese modo. ¡Oh, cómo observa Satanás para ver con cuánta rapidez
desaparece su carnada, y de qué manera las almas caminan en la
misma senda que él les ha preparado! No quiere que dejen de orar,
ni que dejen de mantener la forma de los deberes religiosos, porque
mientras lo hagan más útiles serán en su servicio. Une sus sofismas
y sus trampas engañosas con la experiencia y la profesión de fe de
ellos, y de esa manera impulsa a maravillas su causa. Los fariseos
hipócritas oraban y ayunaban, y mantenían una forma de piedad,
pero sus corazones estaban corrompidos. Satanás está de pie para
burlarse de Cristo y de sus ángeles, y para insultarlos diciendo: “¡Los
tengo! ¡Los tengo! He preparado mis engaños para ellos. Tu sangre
nada vale aquí. Tu intercesión, tu poder y tus obras maravillosas
pueden cesar porque los tengo. ¡Son míos! A pesar de su elevada
profesión como súbditos de Cristo, a pesar de que una vez gozaron
de la luz de su presencia, me voy a apoderar de ellos en la misma
cara del Cielo, acerca del cual ellos hablan tanto. Son precisamente
estos súbditos los que necesito para que me sirvan de carnada para
los demás”.
Salomón dice: “El que confía en su propio corazón es un necio”
(
Proverbios 28:26
); y hay cientos de ellos entre los que profesan pie-
dad. Dice el apóstol: “No ignoramos sus maquinaciones”
2 Corintios
2:11
. ¡Oh, qué arte, qué pericia, qué astucia se ejerce para inducir a
los profesos seguidores de Cristo a unirse con el mundo al buscar
felicidad en los entretenimientos del mundo con la ilusión que algún
bien se va a lograr de ellos! Y así los desprevenidos avanzan direc-
tamente hacia la red, con la ilusión de que no hay ningún mal en ese
camino. Los afectos y las simpatías de los tales se excitan, y de ese