Página 163 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Una reprensión contra la agresividad
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Su combatividad es notable; usted se mantiene siempre a la
defensiva para refutar cualquier cosa en cuanto se le presenta la
oportunidad. No trata de ver hasta qué punto sus ideas y opiniones
pueden armonizar con las de los demás, sino que está listo para
diferir si hay la más mínima oportunidad de hacerlo. Esta actitud
perjudica su propia alma, frena su progreso espiritual, y no solamen-
te apena y ofende a los que podrían ser sus sinceros amigos, sino
que a veces los disgusta, de modo que su compañía no les resulta
ni agradable ni placentera, sino molesta. Es tan natural para usted
como respirar el considerar las opiniones de los demás inferiores
a las suyas. Y en esto comete un gran error, porque no posee ni la
sabiduría ni el conocimiento que cree tener. A menudo pone usted
sus opiniones por encima de las de hombres y mujeres que han teni-
do muchos más años de experiencia, y que están en mucho mejores
condiciones de dirigir y dar palabras de sano juicio que usted. Pero
no se ha dado cuenta de esos desagradables enfrentamientos, ni tam-
poco de los malos y amargos frutos que han producido. Por mucho
tiempo usted ha dado rienda suelta a una actitud de contención y
de guerra. Su actitud mental, tan especial, lo induce a gozarse en la
oposición.
Su educación ha sido deplorable; no lo ha favorecido para que
ahora disponga de una correcta experiencia religiosa. Casi todo lo
que ha aprendido lo tiene que desaprender, para aprender de nuevo.
Posee un temperamento apresurado, que apena a sus amigos y a los
santos ángeles, y perjudica a su propia alma. Todo esto es contrario
al espíritu de la verdad y de la auténtica santidad. Debe aprender a
cultivar la modestia al hablar. El yo debe ser sometido y mantenido
en sujeción. El cristiano no tendrá una conducta pendenciera y
contenciosa ni siquiera con los más malvados e incrédulos. ¡Qué
error es manifestar esta actitud con los que creen en la verdad, y que
están procurando paz, amor y armonía! Pablo dice: “Tened paz entre
vosotros”.
1 Tesalonicenses 5:13
. Este espíritu contencioso se opone
a todos los principios del Cielo. Cristo, en el sermón del monte, dice:
“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados
hijos de Dios”.
Mateo 5:9
. “Bienaventurados los mansos, porque
ellos recibirán la tierra por heredad”.
vers. 5
. Tendrá dificultades
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por donde vaya, a menos que aprenda la lección que Dios le quiere
enseñar. Debería ser menos audaz en su propia opinión, y poseer