Página 170 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
reunir en torno de ese estandarte o no. Nuestro Señor y Salvador dejó
a un lado su dominio, sus riquezas y su gloria, y vino a buscarnos,
para poder salvarnos de la miseria y hacer de nosotros seres seme-
jantes a él. Se humilló a sí mismo y tomó nuestra naturaleza para
que pudiéramos aprender de él y, al imitar su vida de generosidad
y abnegación, pudiéramos seguirlo paso a paso hasta el Cielo. No
podemos ser iguales al Modelo, pero podemos parecernos a él, y de
acuerdo con nuestra capacidad obrar de la misma manera. “Amarás
al Señor tu Dios con
todo
tu corazón, y con
toda
tu alma, y con
todas
tus fuerzas, y con
toda
tu mente. Amarás a tu
prójimo
como
a ti mismo”.
Mateo 22:37-39
. Debería manifestarse tal amor en el
corazón de ustedes como para que estuvieran listos para entregar
todos los tesoros y honores de este mundo si de esa manera pudieran
ejercer influencia sobre un alma para que se dedique al servicio de
Cristo.
Dios los intima para que con una mano, la mano de la fe, se afe-
rren de su brazo poderoso, y con la otra mano, la del amor, alcancen
a las almas que perecen. Cristo es el camino, la verdad y la vida.
Síganlo. No anden según la carne, sino según el Espíritu. Anden
como él anduvo. La voluntad de Dios es que ustedes sean santifi-
cados. La obra que tienen que llevar a cabo es hacer la voluntad
del que sostiene su vida para su gloria. Si trabajan para sí mismos,
nada aprovecharán. Trabajar para el bien de los demás, preocuparse
menos de uno mismo y ser más fervorosos en la dedicación de todo
a Dios, es algo que a él le resultará aceptable y que recompensará
mediante las riquezas de su gracia.
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Dios no les ha señalado su parte sólo para que la contemplen
y se dediquen a preocuparse de ustedes mismos. Se les pide que
sirvan a los demás y los cuiden, y al hacerlo se manifestarán los
malos rasgos de carácter que necesitan corrección, y se fortalecerán
los puntos débiles que necesitan ser robustecidos. Esta es la parte
de la obra que nosotros tenemos que hacer; no con impaciencia, a
regañadientes, con mala voluntad, sino con alegría, para alcanzar
la perfección cristiana. Eliminar de nuestro carácter todo lo que
no es precisamente agradable, es imitar a Cristo. Tienen que ser
muy celosos de la honra de Dios. Cuán circunspectos deberían ser
precisamente en los aspectos de su conducta que no son lo que
deberían ser. Si pudieran ver a los ángeles puros con los ojos fijos