Página 177 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

Basic HTML Version

El orgullo en los jóvenes
173
Cuando me mostró la actitud egoísta que prevalecía entre los
que trabajaban en la oficina -y había algunos que estaban trabajando
sólo por el salario que se les pagaba, como si formaran parte de
una empresa común-, ustedes dos se encontraban entre ellos. Las
dos eran egoístas y estaban preocupadas de ustedes mismas. Su
anhelo consistía en complacerse a sí mismas y en obtener salarios
más elevados. Esta actitud ha sido en gran medida una maldición
para la oficina, y ha acarreado el desagrado del Cielo. Muchos han
manifestado demasiada avidez para conseguir dinero. Todo esto es
malo. Ha entrado un espíritu mundano, y Cristo ha salido. Quiera
Dios apiadarse de su pueblo. Y yo espero que ustedes se conviertan.
Han manifestado una actitud liviana, y han sido vanas y superfi-
ciales en su conversación. ¡Oh, cuán poco han mencionado a Jesús!
Su amor redentor no ha inspirado gratitud ni alabanza, ni declaracio-
nes destinadas a magnificar ni su Nombre, ni su amor inmarcesible y
abnegado. ¿Cuál ha sido entre ustedes el tema de conversación? ¿A
qué pensamientos se han dedicado con más placer? A decir verdad,
se puede afirmar que Jesús y su vida de sacrificio, su gracia inmensa
y preciosa, y la redención que a tan alto precio obtuvo para nosotros,
[161]
apenas si figura en los pensamientos de ustedes; por lo contrario, sus
mentes están ocupadas con cosas triviales. Complacerse a sí mismas,
lograr objetivos en la vida que concuerden con sus gustos, ése es el
tema que llena sus mentes. Me gustaría que no hubieran profesado
haber resucitado con Cristo, porque no han cumplido los requisitos.
“Si, pues, habéis resucitado con Cristo sentado a la diestra de Dios.
Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque
habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”.
Colosenses 3:1-2
. Háganse esta pregunta: “¿He cumplido yo con
los requisitos señalados aquí por el apóstol inspirado? ¿He puesto
en evidencia por medio de mi vida que he muerto al mundo y que
mi existencia está escondida con Cristo en Dios? ¿Estoy inmersa
en Cristo? ¿Estoy apoyada en Aquel que ha prometido que siempre
será un pronto auxilio en todo momento de necesidad?” La religión
de usted no es formal, pero no comprende especialmente cuán débil,
corrompida y vil es por naturaleza.
“¡Cristiana por naturaleza!” Esta ilusión ha servido a muchos
como un manto de justicia propia, y ha inducido a otros tantos a
suponer que tienen esperanza en Cristo, sin un conocimiento vital