Página 183 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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La mundanalidad en la iglesia
Queridos hermanos y hermanas de _____,
El 12 de junio de 1868 se me mostró que el amor al mundo está
usurpando en gran medida el lugar del amor a Dios. Estáis ubicados
en una zona agradable, adecuada para lograr prosperidad mundanal.
Esto os coloca donde estáis en constante peligro de que el mundo
absorba vuestro interés, y depositéis vuestros tesoros en la tierra.
Vuestros corazones estarán donde esté vuestro tesoro. Os encontráis
donde existe la tentación de sumergiros cada vez más en el mundo,
de acumular constantemente; y mientras os encontráis dedicados a
eso, vuestra mente estará ocupada con los cuidados de este mundo
a tal punto que eliminará la verdadera piedad. Pero pocos os dais
cuenta del engaño de las riquezas. Los que anhelan conseguir dinero
están tan dedicados a esta tarea que hacen de la religión de Cristo
algo secundario. No se valoran ni se buscan las cosas espirituales,
porque el amor a las ganancias ha eclipsado el tesoro celestial. Si
el precio de la vida eterna se valorara por el celo, la perseverancia
y el fervor que exhiben los que profesan ser cristianos, no valdría
ni la mitad de lo que cuestan las posesiones terrenales. Comparad
los fervientes esfuerzos que se hacen para obtener las cosas de la
tierra, con los esfuerzos lánguidos, débiles e ineficaces que se hacen
para obtener espiritualidad y un tesoro celestial. No es raro entonces
que recibamos tan poco de la influencia iluminadora del santuario
celestial. Nuestros deseos no se orientan en esa dirección; están
mayormente confinados a procurar y lograr cosas terrenales y a
descuidar las de valor eterno. La prosperidad está causando ceguera
y engañando el alma. Dios puede hablar, pero la escoria de esta tierra
impide que su voz se oiga.
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Nuestro anciano padre T ha puesto sus afectos en las cosas de
esta tierra, en circunstancias que debería abandonarlas con el fin
de cosechar para el cielo. La vida que ahora vive, debería vivirla
por fe en el Hijo de Dios; sus afectos deberían estar puestos en la
tierra mejor. Debería tener cada vez menos interés en los tesoros
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