Página 184 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
perecederos de la tierra, mientras las cosas eternas, que son de la
mayor importancia, deberían ocupar todo su interés. Sus días de
oportunidad casi han terminado. ¡ Oh, cuán poco tiempo le queda
para dedicarlo a Dios! Sus energías están gastadas, su mente está
quebrantada, y en el mejor de los casos su servicio tiene que ser
débil; pero si lo dedica de corazón y plenamente, será aceptado
en su totalidad. Con la edad, Hno. T, ha aumentado su egoísmo, y
se ha manifestado un amor más firme y ferviente por los tesoros
de este pobre mundo en detrimento de su interés por las riquezas
espirituales.
La Hna. T ama este mundo. Es egoísta por naturaleza. Ha sufrido
muchas enfermedades. Dios permitió que la aflicción le llegara, pero
no permitió que Satanás se apoderara de su vida. El propósito de
Dios era que gracias al horno de la aflicción ella dejara de aferrarse
a los tesoros terrenales. Esto sólo se podía lograr mediante el sufri-
miento. Es una de esas personas cuyo organismo está envenenado
por las drogas. Al tomarlas inconscientemente se ha convertido en lo
que es; pero Dios no permitió que perdiera, la vida; por el contrario,
prolongó sus años de prueba y sufrimiento, para que pudiera ser
santificada, purificada, emblanquecida, y probada por la verdad, y
para que por medio del horno de la aflicción perdiera su escoria y
llegara a ser más preciosa que el oro fino, incluso que un lingote de
oro de Ofir. El amor al mundo se ha arraigado tan profundamente en
los corazones de estos hermanos, que va a ser necesaria una prueba
muy fuerte para extirparlo. Queridos hermanos: a ustedes les falta
devoción a Dios. Las cosas del mundo los enloquecen. Este tiene
poder para conformar la mente de ustedes a sus costumbres, mientras
lo espiritual y lo celestial no tienen suficiente peso para transformar
esas mismas mentes.
Hombres y mujeres de _____ que profesáis ser seguidores de
Cristo, ¿por qué no lo seguís? ¿Por qué manifestáis tal locura por
adquirir tesoros terrenales, que la desgracia puede eliminar con tanta
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facilidad, y descuidáis las riquezas del cielo, el tesoro inmortal e
inmarcesible?
Se me mostró el caso de la esposa del Hno. U. Desea hacer lo
recto, pero tiene fallas que le causan muchas dificultades a ella y a sus
amigos. Habla demasiado. Le falta experiencia en las cosas de Dios,
y a menos que se convierta y sea transformada por la renovación de