La mundanalidad en la iglesia
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la mente, no será capaz de estar en pie en medio de los peligros de los
últimos días. Se necesita una obra que afecte al corazón. Entonces
la lengua se santificará. Hay mucha conversación pecaminosa que
debería ser evitada. Debería poner un guardia vigilante frente a la
puerta de sus labios, y ponerle algo así como un freno a la lengua,
para que sus palabras no obren iniquidad. Debería dejar de hablar de
las faltas de los demás, de ocuparse de las peculiaridades ajenas, y de
descubrir las debilidades del prójimo. Tal conversación es censurable
en cualquier persona. Es inútil y positivamente pecaminosa. Sólo
tiende al mal. El enemigo sabe que si los profesos seguidores de
Cristo siguen esta clase de conducta, están abriendo una puerta que
le permitirá obrar.
Vi que cuando se reúnen las hermanas a quienes les gusta hablar,
Satanás está presente; porque encuentra qué hacer. Está allí para
excitar la mente y sacar el mayor provecho posible de la ventaja que
ha logrado. Sabe que toda esa chismografía, esos cuentos, ese revelar
secretos y esa disección del carácter ajeno, separa el alma de Dios. Es
la muerte de la espiritualidad y de una influencia religiosa tranquila.
La Hna. U peca muchísimo con su lengua. Sus palabras deberían
tener una influencia benéfica, pero a menudo habla sin ton ni son.
A veces sus palabras le dan a las cosas un significado diferente del
que deberían tener. A veces exagera. A veces sus citas no son muy
exactas. No tiene la intención de citar mal a nadie, pero el hábito de
hablar y hablar de cosas sin provecho ha sido albergado por tanto
tiempo en su corazón, que se ha vuelto descuidada y temeraria en sus
palabras, y con frecuencia ni ella misma sabe lo que está diciendo.
Esto destruye toda la influencia para el bien que podría ejercer. Es
tiempo de que se produzca una reforma cabal en este sentido. Su
amistad no ha sido tan apreciada como debería haberlo sido, si ella
no se hubiera entregado a esta clase de conversación pecaminosa.
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Los cristianos deberían ser cuidadosos con respecto a sus pala-
bras. Nunca deberían llevar informes desfavorables de un amigo a
otro, especialmente si están al tanto de que hay falta de unión entre
ellos. Es cruel sugerir o insinuar algo, como si se supiera mucho con
respecto a un amigo u otra persona a quien los demás no conocen.
Esas sugerencias van más allá, y crean una impresión más desfavo-
rable, que si se expusieran francamente los hechos sin exageración
ninguna. ¡Cuánto perjuicio ha sufrido la iglesia de Cristo por causa