Página 188 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
Su esposa ha sido demasiado orgullosa y egoísta. Dios la ha
hecho pasar por el horno de la aflicción, para eliminar las manchas de
su carácter. Debería ser cuidadosa para que los fuegos de la aflicción
no ardan en vano con respecto a ella. Estos deberían eliminar la
escoria y acercarla a Dios, para que sea más espiritual. Su amor
al mundo debe morir. El amor a sí misma debe ser vencido; y su
voluntad sometida a la voluntad de Dios.
Se me mostró que el amor al mundo ha alejado en gran medida
a Jesús de la iglesia. Dios quiere que se produzca un cambio: una
entrega total a él. A menos que la mente sea educada para que se
espacie en temas religiosos, será débil en este sentido. Pero cuando se
dedica a empresas mundanales es fuerte, porque se la ha cultivado en
ese sentido, y se ha fortalecido con el ejercicio. La razón por la cual
les resulta tan difícil vivir vidas religiosas a los hombres y mujeres,
es que no ejercitan la mente para la piedad. Se la ha entrenado
para que discurra en la dirección opuesta. A menos que la mente se
ejercite constantemente para obtener conocimiento espiritual, y trate
de comprender el misterio de la piedad, será incapaz de apreciar las
cosas eternas, porque no tiene experiencia en ese sentido. Esa es
la razón por la cual casi todos consideran que es tan cuesta arriba
servir al Señor.
Cuando el corazón está dividido, y se dedica principalmente
a las cosas del mundo y muy poco a las cosas de Dios, no puede
haber un incremento especial de la fortaleza espiritual. Las empresas
mundanales reclaman una porción grande de la mente, y requieren
el uso de sus facultades; por lo tanto, en ese sentido hay fortaleza y
poder, que absorben más y más de los intereses y afectos, mientras
cada vez queda menos para dedicarlo a Dios. Es imposible que el
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alma florezca mientras la oración no es un ejercicio especial de la
mente. La oración familiar o pública solamente no es suficiente. La
oración secreta es muy importante; en la soledad el alma comparece
desnuda ante el ojo escrutador de Dios, y se examina todo motivo.
¡La oración secreta! ¡Cuán preciosa es! ¡El alma en comunión con
Dios! La oración secreta sólo debe ser oída por Dios. Ningún oído
curioso debe enterarse del contenido de esa petición. En la oración
secreta el alma está libre de las influencias circundantes, libre de
excitación. Con calma, pero con fervor, buscará a Dios. La oración
secreta a menudo resulta pervertida, y se pierde su dulce propósito,