Página 189 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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La mundanalidad en la iglesia
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al orar en voz alta. En lugar de la confianza tranquila y serena, y
la fe en Dios, con el alma expresándose en voz baja y humilde,
la voz se eleva a las alturas, se produce exaltación, y la oración
secreta pierde su influencia suavizadora y sagrada. Se produce una
tormenta de sentimientos, una tormenta de palabras, de modo que
resulta imposible discernir esa vocecita queda que habla al alma
cuando ésta se entrega a su devoción secreta, verdadera y sentida.
La oración secreta, cuando se la práctica adecuadamente, produce
mucho bien. Pero cuando el contenido de la oración llega a oídos de
toda la familia e incluso de todo el vecindario, no es oración secreta
aunque se crea que lo es, y no se recibe de ella fortaleza divina.
Dulce y permanente será la influencia que emana de Aquel que ve en
secreto, y cuyo oído está abierto para responder la plegaria que surge
del corazón. Mediante una fe serena y sencilla, el alma mantiene
comunión con Dios, y reúne para sí misma rayos de luz divina que
fortalecen y la sostienen para resistir los conflictos que tendrá que
librar contra Satanás. Dios es la torre de nuestra fortaleza.
Jesús nos ha dejado esta palabra: “Velad, pues, porque no sabéis
cuándo vendrá el Señor de la casa; si al anochecer, o a la mediano-
che, o al canto del gallo, o a la mañana; para que cuando venga de
repente, no os halle durmiendo. Y lo que a vosotros digo, a todos
lo digo: Velad”.
Marcos 13:35-37
. Estamos esperando y velando
con la mira puesta en el regreso del Maestro, que traerá el amane-
cer, no sea que viniendo de repente nos encuentre durmiendo. ¿A
qué tiempo se refiere aquí? No a la manifestación de Cristo en las
nubes del cielo para encontrar un pueblo dormido. No; sino cuando
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regrese de su ministerio en el lugar santísimo del santuario celestial,
cuando deponga sus atuendos sacerdotales y se revista de atavíos
de venganza, y cuando se promulgue el decreto que dice: “El que
es injusto, sea injusto todavía; y el que es justo, practique la justicia
todavía; y el que es santo, santifíquese todavía”.
Apocalipsis 22:11
.
Cuado Jesús deje de interceder por el hombre, los casos de todos
estarán decididos para siempre. Este es el momento cuando sus
siervos deben rendir cuentas. Para los que no se han preparado en
pureza y santidad, que los capacitaría para encontrarse entre los que
aguardan para dar la bienvenida a su Señor, el sol se pone en medio
de pesar y tinieblas, para no salir nunca más. El tiempo de prueba
termina; la intercesión de Cristo cesa en el cielo. Ese momento