Página 190 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
por fin llega repentinamente sobre todos, y los que no purificaron
sus almas por la obediencia a la verdad, estarán durmiendo. Se
cansaron de esperar y velar; se volvieron indiferentes con respecto
al regreso de su Maestro. No anhelaban si aparición, y creyeron
que no era necesaria esa vigilancia constante y perseverante. Se han
sentido desilusionados en sus espectativas, y eso podría ocurrirles de
nuevo. Llegaron a la conclusión de que aún había tiempo para que
se despertaran. Querían estar seguros de no perder la oportunidad
de obtener un tesoro terrenal. Sería prudente obtener todo lo posible
de este mundo. Y al tratar de lograr ese objetivo, perdieron todo
su deseo y su interés en la aparición de su Maestro. Se volvieron
indiferentes, y descuidados, como si su venida estuviera todavía
muy lejos. Pero mientras su interés quedaba sepultado debajo de las
ganancias mundanales, la obra terminó en el santuario celestial, y
ellos no estaban preparados.
Si los tales hubieran sabido que la obra de Cristo en el santuario
celestial iba a terminar tan pronto, ¡qué diferente habría sido su
comportamiento! ¡Con cuánto fervor habrían velado! El Maestro,
al anticipar todo esto, les dio una oportuna advertencia en la orden
de velar. Definidamente describe cuán repentina será su venida. No
nos da la fecha, para que no descuidemos nuestra preparación, y en
nuestra indolencia esperemos el momento cuando nos parece que
va a venir, para postergar nuestra preparación. “Velad, pues, porque
no sabéis”.
Mateo 24:42
. Y a pesar de que esta incertidumbre fue
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predicha, junto con el carácter repentino de su venida, no salimos
de nuestro sopor para dedicarnos a una ferviente vigilancia, y para
acentuar nuestra disposición a esperar al Maestro. Los que no estén
esperando y vigilando, serán sorprendidos finalmente en su infideli-
dad. El Maestro viene, y en lugar de estar listos para abrirle la puerta
inmediatamente, están sumidos en un sopor mundano, y finalmente
se perderán.
Se me presentó otro grupo que contrastaba con el que acabo de
describir. Estos estaban esperando y velando. Sus ojos se dirigían al
cielo, y las palabras de su Maestro brotaban de sus labios: “Y lo que
a vosotros digo, a todos lo digo: Velad”.
Marcos 13:37
. “Velad, pues,
porque no sabéis cuándo vendrá el Señor de la casa; si al anochecer,
o a la medianoche, o al canto del gallo, o a la mañana; para que
cuando venga de repente, no os halle durmiendo”.
Marcos 13:35-