Página 196 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
y de la muchedumbre de sus riquezas se jactan, ninguno de ellos
podrá en manera alguna redimir al hermano, ni dar a Dios su rescate
(porque la redención de su vida es de gran precio, y no se logrará
jamás)”.
vers. 6-8
. Si todos recordaran, y pudieran apreciar algo
del inmenso sacrificio hecho por Cristo, se sentirían reprendidos
por su temeridad y su supremo egoísmo. “Vendrá nuestro Dios, y
no callará; fuego consumirá delante de él, y tempestad poderosa le
rodeará. Convocará a los cielos de arriba, y a la tierra, para juzgar a
su pueblo. Juntadme mis santos, los que hicieron conmigo pacto con
sacrificio”.
Salmos 50:3-5
. Por causa del egoísmo y el amor al mun-
do, Dios queda olvidado, y muchos padecen de esterilidad del alma,
y claman: “¡Mi debilidad, mi debilidad!” Dios ha proporcionado
medios a su pueblo para probarlo, para verificar cuán profundo es su
pretendido amor por él. Algunos se apartarán de él, y abandonarán
su tesoro celestial, antes que disminuir sus posesiones terrenales y
hacer con él un pacto con
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sacrificio. Los invita a ofrecer sacrificios; pero el amor al mundo
cierra sus oídos, y no quieren oír.
Observé para ver quiénes de los que profesan aguardar la venida
de Cristo estaban dispuestos a ofrecer, de su abundancia, sacrificios
a Dios. Pude ver a unos pocos pobres y humildes, que como la viuda,
se estaban privando a sí mismos para depositar sus blancas. Cada
una de esas ofrendas es considerada por Dios un tesoro precioso.
Pero los que están ganando dinero y acumulando posesiones, están
muy atrás. No hacen nada en comparación con lo que podrían hacer.
Están reteniendo sus bienes y robándole a Dios, por temor de padecer
necesidad. No se atreven a confiar en Dios. Esta es una de las razones
que nos explica por qué, como pueblo, estamos tan enfermos, y tantos
están yendo a la tumba. Hay codiciosos entre nosotros. También hay
amadores del mundo y los que han retenido parte del salario de sus
trabajadores. Algunos hombres que no poseían absolutamente nada
de los bienes de este mundo, pobres, y que dependían únicamente
de su trabajo, han sido tratados con tacañería y en forma injusta.
El amante del mundo con un rostro duro y un corazón más duro
todavía, ha pagado de mala gana la pequeña cantidad de dinero
ganada con arduo trabajo. Así están tratando a su Maestro, cuyos
discípulos profesan ser. Con la misma tacañería ponen su ofrenda
en la tesorería de Dios. El hombre de la parábola no tenía dónde