Página 20 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
esa gente. Los casos de algunos miembros de la congregación se
abrieron delante de mí, y un anhelo de trabajar por ellos se apoderó
de mí de tal manera que no me pude deshacer de él. Durante unas
tres horas trabajé por ellos, la mayor parte del tiempo exhortándolos
con sentimientos de profunda solicitud. Todos tomaron la cruz en
esa ocasión, se adelantaron para que oráramos por ellos, y casi todos
hablaron. Al día siguiente quince se bautizaron.
Nadie puede visitar a esta gente sin sentirse impresionado por
el valor de las fieles labores del Hno. A en favor de esta causa. Su
obra consiste en penetrar en lugares donde la verdad no ha sido
proclamada todavía, y espero que nuestros hermanos renuncien a
sus esfuerzos por apartarlo de esta tarea específica. Puede avanzar
con espíritu humilde, apoyado en el brazo del Señor, para rescatar
muchas almas de los poderes de las tinieblas. Dios quiera que sus
bendiciones continúen derramándose sobre él.
Cuando nuestra serie de reuniones en ese lugar estaba por ter-
minar, vino el hermano Spooner, de Tuscola, a visitar el condado.
Enviamos noticias con él cuando regresó el lunes, y proseguimos el
jueves después del bautismo. En Vassar celebramos nuestras reunio-
nes el sábado y el primer día en la escuela del lugar. Tuvimos libertad
para hablar allí, y vimos buenos frutos de nuestras labores. El primer
día, en la tarde, alrededor de treinta apóstatas e hijos de adventistas
que no habían hecho ninguna profesión de fe, pasaron al frente.
Fue una reunión muy interesante y provechosa. Algunos se estaban
apartando de la causa, y sentimos que debíamos trabajar especial-
mente por ellos. Pero disponíamos de poco tiempo y me pareció que
íbamos a tener que dejar la obra inconclusa. Teníamos compromisos
en San Carlos y Alma, y para poder cumplirlos tuvimos que concluir
el lunes nuestras labores en Vassar.
Esa noche lo que yo había visto en visión acera de ciertas perso-
nas del condado de Tuscola se me apareció de nuevo en sueños, y me
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senti más impresionada todavía con el sentimiento de que mi obra
en favor de esa gente no había concluido. Pero no descubrí otra ma-
nera de solucionar el problema sino proseguir para cumplir nuestros
compromisos. El martes viajamos 48 kilómetros rumbo a San Carlos
y pasamos la noche en casa del Hno. Griggs. Allí escribí quince
páginas de testimonios y asistí a una reunión en la tarde. Durante
la mañana del miércoles decidimos regresar a Tuscola, siempre que