Página 203 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Los sufrimientos de Cristo
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Jesús había acudido a menudo a Getsemaní con sus discípulos
para meditar y orar. Ellos conocían bien este retiro sagrado. Aun
Judas sabía dónde conducir a la turba homicida a fin de entregar a
Jesús en sus manos. Nunca antes había visitado este lugar el Salvador
con un corazón tan apesadumbrado. Lo que rehuía el Hijo de Dios
no era el sufrimiento corporal, ni fue esto lo que arrancó de sus
labios, en presencia de sus discípulos, estas amargas palabras: “Mi
alma está muy triste hasta la muerte; quedaos aquí -dijo él-, y velad
conmigo”.
Mateo 26:38
.
Dejando a sus discípulos al alcance de su voz, se fue a corta
distancia de ellos y cayó sobre su rostro y oró. Presa su alma de
agonía, rogaba: “Padre mío, si es posible, pase de mí este vaso;
empero no como yo quiero sino como tú”.
vers. 39
. Le abrumaban
los pecados de un mundo perdido. Comprendiendo el enojo de su
Padre como consecuencia del pecado, desgarraba su corazón una
agonía intensa y hacía brotar de su frente grandes gotas de sangre
que, corriendo por sus pálidas mejillas, caían al suelo y humedecían
la tierra.
Levantándose de su postración, se acercó a sus discípulos y los
halló durmiendo. Díjole a Pedro: “¿Así que no habéis podido velar
conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación:
el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”.
vers.
40-41
. En el momento más importante, cuando les había rogado
en especial que velasen con él, Jesús halló dormidos a los discípu-
los. El sabía que les sobrevendrían graves conflictos y tentaciones.
Los había llevado consigo para que lo fortalecieran, y para que los
acontecimientos que presenciasen esa noche y las lecciones de ins-
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trucción que recibieran se quedasen grabadas indeleblemente en su
memoria. Esto era necesario para que su fe no desfalleciera, sino
que fuese fortalecida para la prueba que les esperaba.
Pero en vez de velar con Cristo, abrumados por el pesar, se
durmieron. Aun el ardiente Pedro, que pocas horas antes había de-
clarado que sufriría y, si era necesario, moriría por su Señor, se había
dormido. En el momento más crítico, cuando el Hijo de Dios nece-
sitaba su simpatía y sus sentidas oraciones, los halló durmiendo. Al
dormir así perdieron mucho. Nuestro Salvador quería fortalecerlos
para la severa prueba a la cual muy pronto iba a ser sometida su fe.
Si hubiesen pasado esos momentos tristes velando con su amado