Página 216 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi
oveja que se había perdido”
Lucas 15:4-7
.
Allí había varios casos de apóstatas, que habían estado en tinie-
blas, y que se habían extraviado del rebaño. Pero el caso del Hno.
A era notable. No se hicieron todos los esfuerzos necesarios para
impedir que se apartara del rebaño; y cuando lo hizo, no se hicieron
esfuerzos diligentes para traerlo de vuelta. Hubo más habladuría
acerca de su caso que sincero pesar por él. Todas estas cosas lo
mantuvieron alejado del redil, e incidieron para que su corazón se
sintiera más y más alejado de sus hermanos, de modo que su rescate
resultaba más difícil aún. Cuán diferente fue la actitud del pastor de
la parábola, cuando salió en busca de la oveja perdida. Dejó a las
noventa y nueve en el desierto a merced de sí mismas, expuestas a
peligros; pero esa oveja solitaria que se había separado del rebaño
estaba en un peligro más grande aún, y para buscarla dejó a las
noventa y nueve.
Algunos de los miembros de la iglesia no tenían un interés es-
pecial en que el Hno. A regresara. No estaban lo suficientemente
preocupados para renunciar a su posición y su orgullo para hacer
esfuerzos especiales con el fin de ayudarle a volver a la luz. Se
mantuvieron en su posición y dijeron: “No vamos a ir en procura
de él; que él venga a nosotros”. Al percibir los sentimientos que
sus hermanos albergaban con respecto a él, era imposible que regre-
sara. Si hubieran aprendido la lección que enseñó Cristo, habrían
estado dispuestos a deponer su posición y su orgullo, y habrían ido
detrás de los errantes. Habrían llorado por ellos, orado por ellos,
les habrían implorado que fueran fieles a Dios y a la verdad, y que
permanecieran en la iglesia. Pero el sentir de muchos era: “Si quiere
irse, que se vaya”.
Cuando el Señor envió a sus siervos para que hicieran en favor
de esos errantes la obra que vosotros deberíais haber hecho, e in-
cluso cuando tuvisteis evidencias de que el Señor estaba dando un
mensaje de misericordia para estos pobres extraviados, vosotros no
estabais preparados para abandonar vuestras ideas. No estuvisteis
dispuestos a abandonar a las noventa y nueve, para buscar a la oveja
perdida hasta encontrarla, y no lo hicisteis. Y cuando encontraron
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a la oveja, y la trajeron al redil con regocijo, ¿os regocijásteis vo-
sotros? Tratamos de entusiasmaros. Tratamos de llamaros, como el