Página 22 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
aparecen en (
Mateo 18:15-17
), en ese caso no se hubiera sentido
herido: “Por tanto, si tu hermano peca contra ti, vé y repréndele
estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Más si
no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos
o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la
iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano”.
Mi esposo entonces afirmó que él entendía que esas palabras
de nuestro Señor se referían a casos de ofensas personales, y no se
podían aplicar a nuestra hermana. Ella no había pecado contra la
hermana White. Por el contrario, lo que había merecido reprensión
pública eran faltas que tenían estado público y que amenazaban la
prosperidad de la iglesia y la causa. Aquí -dijo mi esposo- encontra-
mos un texto que se aplica a este caso: “A los que persisten en pecar,
repréndelos delante de todos, para que los demás también teman”
1
Timoteo 5:20
.
El hermano reconoció su error como cristiano, y al parecer dio
por terminado el asunto. Era evidente que después de la reunión del
sábado de tarde, habían magnificado extraordinariamente muchos
de los asuntos relacionados con este caso, y en forma equivocada.
Se propuso entonces que se leyera el testimonio escrito. Cuando
lo hicimos, la hermana que había sido reprendida preguntó: “¿Eso
fue lo que usted dijo ayer?” Contesté que sí. Pareció sorprendida y
bastante de acuerdo con el testimonio escrito. Se lo di sin guardar
una copia. En esto hice mal. Pero tenía una consideración tan tierna
por ella y su esposo, y deseaba y esperaba tan ardientemente que
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prosperaran, que en este caso quebranté una costumbre establecida.
El tiempo dedicado a la reunión ya estaba transcurriendo, de
modo que nos apresuramos a recorrer los dos kilómetros que nos
separaban de la congregación que nos estaba esperando. El lector po-
drá juzgar si la escena de esa mañana estaba bien ajustada o no para
ayudarnos a reunir los pensamientos y disponer de la calma necesa-
ria para comparecer delante de la gente. Pero, ¿quién se preocupa
por esto? Algunos pueden manifestar un poquito de misericordia,
y lo hacen mientras los impulsivos y descuidados aparecen con sus
preocupaciones y problemas por lo general justamente antes de que
comencemos a hablar, o cuando estamos ya completamente exhaus-
tos después de hablar. Mi esposo, sin embargo, reunió todas sus
energías, y habló con facilidad de palabra acerca de la ley y el Evan-