Página 23 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Resumen de mi experiencia
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gelio. Yo había recibido una invitación para hablar en la tarde en el
nuevo salón de cultos recientemente construído y dedicado por los
metodistas. Este cómodo edificio estaba repleto, y muchos tuvieron
que quedarse de pie. Hablé con facilidad de expresión acerca del
primero de los dos grandes mandamientos repetidos por nuestro
Señor, y me sentí sorprendida cuando me enteré que era el mismo
tema acerca del cual había hablado el pastor metodista en la mañana.
El y los miembros de su iglesia estaban presentes para escuchar lo
que yo tenía que decir.
Al anochecer tuvimos una preciosa conversación en casa del
hermano Spooner con los hermanos Miller, Hatch y Haskell, y las
hermanas Sturges, Bliss, Harrison y Malin. Llegamos a la conclusión
de que por el momento nuestra obra en el condado de Tuscola estaba
concluida. Llegamos a interesarnos mucho más en estos queridos
hermanos, pero temíamos que la hermana mencionada anteriormen-
te, a quien yo le había dado un testimonio, permitiera que Satanás se
aprovechara de ella, y les causara problemas. Sentí el ferviente deseo
de que ella pudiera ver las cosas tales como eran. La conducta que
había estado siguiendo estaba destruyendo su influencia tanto dentro
de la iglesia como fuera de ella. Pero si recibía la reprensión que
tanto necesitaba, y humildemente trataba de corregirse de acuerdo
con ella, la iglesia la recibiría nuevamente en su seno, y la gente
llegaría a tener un mejor concepto de su cristianismo. Y mejor aún,
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podría disfrutar de la sonrisa de aprobación de su amado Redentor.
Mi ansiosa pregunta era si ella recibiría plenamente el testimonio
que se le había dado. Temía que eso no ocurriera, y que en ese caso
el corazón de los hermanos de esa región tendría que entristecerse
por causa de ella.
Al regresar a casa, le escribí solicitándole una copia del testi-
monio que le había entregado, y el 15 de abril recibí la siguiente
nota, fechada en Dinamarca, el 11 de abril de 1868: “Hermana Whi-
te: Recibí su carta del 23 de marzo. Siento no poder acceder a su
requerimiento”.
Todavía conservo los más tiernos sentimientos con respecto a esa
familia, y me sentiré feliz de ayudarles cuando pueda. Es cierto que
esa manera de proceder con respecto a mí por parte de aquellos por
quienes he dado mi vida extiende sobre mí una sombra de tristeza;
pero la conducta que debo seguir me ha sido señalada con tanta