Página 229 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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El peligro de las riquezas
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que comenzó con tantas manifestaciones de gracia, si los hermanos
hubieran estado en condiciones de hacerla. Por tanto tiempo habían
estado consultando sólo sus propios deseos y maniobrando para
que todo se amoldara a sus conveniencias, que la posibilidad de ser
incomodados los indujo a cerrar la puerta que podrían haber abierto
para el progreso de la causa.
Ustedes desempeñaron su parte, y algunos otros se retiraron por
temor a los gastos, y calcularon que iban a perder tiempo asistien-
do a las reuniones si la cruzada evangelizadora se llevaba a cabo.
Faltaba celo cristiano. Delante de nosotros yacía un mundo sumi-
do en la impiedad, expuesto a la ira de Dios, mientras las pobres
almas permanecían en poder del príncipe de las tinieblas, y los que
deberían haberse despertado para dedicarse a la más noble de las
empresas, la salvación de las almas que perecen, no manifestaron
interés suficiente para poner a contribución todos los medios que
podían emplear, para poner una valla en la senda de la destrucción,
y desviar los pasos de los vacilantes hacia el sendero de la vida.
La vida eterna debería despertar el más profundo interés en cada
cristiano. ¡Ser colaboradores de Cristo y de los ángeles del Cielo en
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el gran plan de salvación! ¡Qué obra puede compararse con ésta!
De cada alma salvada llegan hasta Dios dividendos de gloria, que
recaen sobre el salvado, y también sobre el que ha sido instrumento
de Dios para su salvación.
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