Página 230 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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El celo cristiano
Hay un celo ruidoso, sin objeto ni propósito, que no obra de
acuerdo con el conocimiento, sino que actúa ciegamente y, como
resultado, destruye. No es el celo cristiano, pues éste se rige por
principios y no es esporádico. Es ferviente, profundo y fuerte, em-
barga toda el alma y pone en ejercicio la sensibilidad moral. Para
él, la salvación de las almas y los intereses del reino de Dios son
asuntos de la más alta importancia. ¿Qué objeto hay que exija mayor
fervor que la salvación de las almas y la gloria de Dios? Hay en
esto consideraciones que no se pueden pasar por alto livianamente.
Son de tanto peso como la eternidad. Los destinos eternos están
en juego. Hombres y mujeres se deciden para bien o para mal. El
celo cristiano no se agotará en palabrerías, sino que será sensible
y actuará con vigor y eficiencia. Sin embargo, el celo cristiano no
obrará para ser visto. La humildad caracterizará todos sus esfuerzos
y se verá en todas sus obras. El celo cristiano inducirá a orar fervien-
temente y con humildad, y a la fidelidad en los deberes del hogar. En
el círculo del hogar se verá la amabilidad y el amor, la benevolencia
y la compasión, que son siempre frutos del celo cristiano.
Se me mostró que usted debe avanzar. Su tesoro en el cielo, Hna.
E, no es muy grande. No es rica en Dios. Quiera Dios abrir sus ojos
para que vea, y su corazón para que sienta, de manera que pueda
manifestar celo cristiano. ¡Oh, cuán pocos aprecian el valor de las
almas! ¡Cuán pocos están dispuestos a sacrificarse para llevar almas
al conocimiento de Cristo! Se habla mucho, se profesa gran amor
por las almas que perecen; pero el hablar cuesta poco. Lo que se
necesita es ferviente celo cristiano, un celo que se manifieste en
obras. Todos deben trabajar ahora para sí mismos, y cuando tengan
a Jesús en su corazón, lo confesarán a otros. Más fácil es impedir
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que las aguas del Niágara se despeñen por las cataratas, que impedir
a un alma poseedora de Cristo que lo confiese.
Se me mostró que el Hno. F está sepultado bajo la basura del
mundo. No tiene tiempo para servir a Dios, ni siquiera para estudiar
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