Página 238 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
su dios, y está en peligro de darle al Cielo un valor menor que a su
dinero. El ganar dinero siempre es peligroso, a menos que la gracia
de Dios sea el principio rector del alma. Cuando los cristianos están
controlados por los principios del Cielo, con una mano otorgan y
con la otra ganan. Esta es la única actitud racional y saludable que
puede asumir un cristiano mientras tiene dinero y todavía está en
condiciones de ganar más. Le queremos preguntar, Hno. I: ¿Qué va a
hacer con su dinero? Usted es mayordomo de Dios. Posee el talento
de los medios económicos y puede hacer mucho bien con él. Puede
depositarlos en el banco del Cielo al ser rico en buenas obras. Sea
una bendición para los demás por medio de su vida. “No os hagáis
tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde
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ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde
ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni
hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro
corazón”.
Mateo 6:19-21
.
Recordad que los tesoros depósitados en el Cielo no se pierden.
Os serán asegurados mediante el empleo juicioso de los medios
sobre los cuales el Cielo os ha hecho mayordomos. “A los ricos
de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza
en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que
nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que
hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos;
atesorando para sí buen fundamento para el porvenir, que echen
mano de la vida eterna”.
1 Timoteo 6:17-19
.
Existe el peligro, Hno. I, que su vida se pierda, y que los dones
que Dios le ha concedido vayan a parar a manos del diablo, y que éste
lo lleve cautivo bajo su voluntad. ¿Puede soportar este pensamiento?
¿Puede usted decidir servir al yo durante esta corta vida, y amar su
dinero, para después separarse de todo, sin tener derecho al Cielo
y a la vida eterna? Tiene una tremenda lucha delante de usted para
apartar sus afectos del tesoro de esta tierra. Donde esté su tesoro,
allí estará también su corazón. Velar, orar y trabajar son el santo
y seña del cristiano. Despertaos, os imploro. Buscad las cosas que
permanecen. Las cosas de esta tierra pronto pasarán. ¿Está listo para
cambiar de mundo? ¿Está formando un carácter para la vida eterna?
Si al fin se pierde, sabrá cuál habrá sido la causa de su ruina: el amor
al dinero. Clamará con angustia: “¡Oh, el engaño de las riquezas!