Página 240 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
hijos se formen como amantes del dinero. El verdadero refinamiento
y los modales bondadosos nunca se encontrarán en un hogar donde
reina el egoísmo. Las personas verdaderamente finas siempre tienen
mentes y corazones bien dispuestos, siempre son consideradas con
los demás. El verdadero refinamiento no encuentra satisfacción en
el adorno del cuerpo y en su exhibición. El verdadero refinamiento y
la nobleza de alma se verán en los esfuerzos para bendecir y elevar
a los demás. La preocupación por las cosas eternas pesa demasiado
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poco en sus hijos. Quiera Dios despertarlos antes que sea demasiado
tarde y tengan que exclamar angustiados: “Pasó la siega, terminó el
verano, y nosotros no hemos sido salvos”.
Jeremías 8:20
.
Hno. J: Se me presentó su caso. Usted ocupa un cargo de res-
ponsabilidad. Se le han confiado talentos de dinero e influencia. A
cada hombre se le da su obra: algo que hacer, no solamente para
ocupar la mente, los huesos y los músculos en una tarea común; es
más que eso. Conoce esta tarea desde un punto de vista mundano, y
tiene cierta experiencia en ella por sus actividades religiosas. Pero
desde hace varios años usted ha estado perdiendo el tiempo, y ahora
va a tener que trabajar rápidamente para redimir el pasado. No basta
tener talentos; debe usarlos de tal manera que no sólo reciba benefi-
cio usted, sino Aquel que se los concedió. Todo lo que tiene es un
préstamo de su Señor. Se lo va a pedir con intereses.
Cristo tiene derecho a disponer de sus servicios. Ha llegado a
ser su siervo por su gracia. No tiene que servir sus propios intereses,
sino los de Aquel que lo empleó. Como profeso cristiano, usted
tiene obligaciones para con Dios. No se le han confiado sus bienes
personales para que los invierta. Si tal fuera el caso, usted podría
haber consultado su propio placer con respecto a su uso. El capital
es del Señor, y usted es responsable por su uso o su abuso. Hay
maneras de invertir ese capital: entregarlo a los “cambiadores”, de
manera que gane algo para el Señor. Si permite que quede sepultado
en tierra, ni el Señor ni usted recibirán beneficio alguno, y usted
perderá todo lo que se le confió. Quiera Dios ayudarle, hermano mío,
a comprender su situación frente a Dios como su siervo asalariado.
Mediante su propio sufrimiento y su muerte pagó el salario que le
habría de asegurar su servicio voluntario y su pronta obediencia.
Durante las pruebas de los últimos años usted ha padecido de
sufrimiento mental, y ha sentido alivio al volcar su atención más