Página 241 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Siervos de Mammón
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plenamente en las cosas del mundo, a la tarea de adquirir bienes.
Dios, en su gran amor y su misericordia hacia usted, lo ha recibido
de nuevo en su redil. Hay delante de usted ahora nuevos deberes
y responsabilidades. Su amor por el mundo es fuerte. Ha estado
depositando sus tesoros en la tierra. Jesús lo invita ahora a transferir
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su tesoro al Cielo; porque donde esté su tesoro, allí estará también su
corazón. Tenga cuidado en su trato con sus hermanos y los incrédu-
los. Sea fiel a su profesión de fe, y conserve una verdadera nobleza
de alma, lo cual será un crédito para la verdad que profesa creer.
Usted ocupa un puesto destacado que induce a los demás a con-
templarlo. Su intelecto está por encima del promedio. Es un hombre
de percepciones rápidas y de sentimientos profundos. Algunos de
sus hermanos no han obrado con sabiduría. Lo han observado, han
evaluado su caso, y han llegado a la conclusión de que usted debería
ser más generoso con los medios económicos que posee. Se han sen-
tido infelices con usted. Todo esto ha sido innecesario. Ellos mismos
fallan en muchas cosas; y si son fieles en el humilde servicio que
el Maestro les ha encomendado, tendrán todo lo que pueden hacer.
No pueden darse el lujo de perder el tiempo en temer con ansiedad
que su prójimo, a quien se le ha confiado una tarea más importan-
te, no sea capaz de hacer bien la obra. Mientras se encuentran tan
interesados en el caso de otra persona, descuidan su propia tarea, y
en realidad son siervos negligentes. Estaban ansiosos por hacer el
trabajo del prójimo en lugar de empeñarse en el propio.
Creen que si se les hubieran confiado cinco talentos, podrían
hacer mucho más que aquel a quien en realidad se le confiaron. Pero
el Maestro sabía mejor las cosas que ellos. Nadie necesita lamentarse
porque no puede glorificar a Dios con los talentos que nunca se le
concedieron, y por los cuales no es responsable. No necesitan decir:
“Si yo estuviera en otra situación en la vida, haría muchísimo bien
con mi capital”. Dios sólo les pide que obtengan ganancias con lo
que tienen, como mayordomos de su gracia.
El talento único, el servicio más humilde, si está plenamente con-
sagrado, y se usa para promover la gloria de Dios, será tan aceptado
por él como la ganancia del talento más importante. Los diversos
cometidos están proporcionados a nuestras diversas capacidades. A
cada ser humano se le dan de acuerdo con sus habilidades. Nadie
debería despreciar su trabajo, considerándolo tan insignificante que