Página 247 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

Basic HTML Version

El sentimentalismo y la formación de parejas
243
tancias hubieran sido más favorables, podrían haber hecho una obra
grande y buena; pero están esperando esa oportunidad. Desprecian
la estrechez de mente del miserable que mezquina la limosna que
le da al necesitado. Se dan cuenta de que esa persona vive para sí
misma, que no se va a olvidar de ella para beneficiar a los demás,
para bendecirlos con los talentos de la influencia y los medios econó-
micos que le han sido confiados para que los use, no para que abuse
de ellos, ni para que se oxiden, ni para sepultarlos en tierra. Los que
se entregan a su mezquindad y su egoísmo, son responsables de sus
actos miserables, y de los talentos de los cuales abusaron. Pero más
responsables son los que tienen impulsos generosos y son natural-
mente rápidos para discernir las cosas espirituales, si permanecen
inactivos, a la espera de una oportunidad que suponen no ha llegado,
y que al contrastar su disposición con la indisposición del miserable,
creen que su condición es más favorable que la de sus vecinos de
[227]
alma mezquina. Los tales se engañan a sí mismos. La mera posesión
de cualidades que no usan sólo aumenta su responsabilidad; y si
conservan sin acrecentar los talentos de su Maestro, o los guardan,
su condición no es mejor que la de esos vecinos por los cuales su
alma siente tanto desprecio. Se les dirá: “Sabíais cuál era la voluntad
de vuestro Maestro, y no la hicisteis”.
Si usted hubiera educado su mente para que se concentre en
temas elevados, para meditar en asuntos celestiales, podría haber
hecho mucho bien. Podría haber ejercido una influencia sobre la
mente de los demás, para apartarlos de sus pensamientos egoístas y
de su tendencia a amar el mundo, para dirigirlos por los canales de
la espiritualidad. Si sometiera sus afectos y sus pensamientos a la
voluntad de Cristo, sería capaz de hacer mucho bien. Su imaginación
es enfermiza porque le ha permitido recorrer senderos prohibidos
y volverse soñadora. El soñar despierta y el levantar románticos
castillos imaginarios la ha descalificado para ser útil. Ha vivido en
un mundo imaginario; ha sido una mártir imaginaria y también una
cristiana imaginaria.
Hay mucho de este sentimentalismo subalterno mezclado con
la experiencia cristiana de los jóvenes en esta etapa de la historia
del mundo. Hermana mía: Dios quiere que usted sea transformada.
Eleve sus afectos; se lo ruego. Dedique sus facultades mentales y
físicas al servicio de su Redentor, que la ha comprado. Santifique sus