Página 251 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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La severidad en el gobierno de la familia
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se ha equivocado, y creyó que el orgullo inducía a su esposa a desear
tener algunas cosas más cómodas en su hogar. Ha sido oprimida y
tratada con mezquindad por usted. Necesita una alimentación más
generosa, una provisión más abundante de alimentos sobre su mesa;
y en su casa necesita las cosas más confortables y convenientes
que usted pueda conseguir, cosas que le permitan trabajar con tan-
ta comodidad como sea posible. Pero usted ha considerado estos
asuntos desde un punto de vista equivocado. Creyó que casi todo lo
que se puede comer es suficientemente bueno, si se puede vivir con
ello y conservar las fuerzas. Ha insistido en la necesidad de que la
alimentación de su débil esposa sea frugal. Pero ella no puede gene-
rar buena sangre ni carne con el régimen alimentario que usted le
impone, y vivir con salud. Algunas personas no pueden subsistir con
el mismo alimento que les viene bien a otros, aunque esté preparado
de la misma manera.
Usted está en peligro de volverse extremista. Su organismo
puede convertir un alimento basto y pobre en buena sangre. Los
órganos suyos, productores de sangre, están en buenas condiciones.
Pero su esposa necesita un alimento más seleccionado. Si ella come
el mismo alimento que el organismo de usted convierte en buena
sangre, el de ella no lo asimilará. Carece de vitalidad, y necesita un
régimen generoso y fortalecedor. Debería tener una buena provisión
de frutas, y no reducirse a las mismas cosas día tras día. Su vínculo
con la vida es tenue. Está enferma, y las necesidades de su organismo
son muy diferentes de las de una persona sana.
Hno. L: Usted ostenta mucha dignidad, pero, ¿se la ha ganado?
¡Oh, no! La ha asumido. Ama su propia comodidad. Usted y el
trabajo duro no andan de acuerdo. Si no hubiera sido tan negligente
en su trabajo, tendría muchas de las comodidades de la vida que
ahora no puede conseguir. Mediante sus hábitos de indolencia ha
perjudicado a su esposa y a sus hijos. Las horas que debería haber
empleado en trabajo intenso las ha pasado conversando y leyendo, y
gozando de comodidad.
Es tan responsable del capital constituido por su fuerza física,
como el rico lo es de sus riquezas. Ambos son mayordomos. A
ambos se les ha confiado una tarea. No debe abusar de su fuerza,
sino usarla para adquirir lo que pueda suplir generosamente las
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necesidades de su familia, y para disponer de algo que dar a Dios