Página 253 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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La severidad en el gobierno de la familia
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Pero usted se ha dedicado a vigilar a los demás, y hablar de sus
errores, y ha descuidado su propia alma. No es responsable de los
pecados de sus hermanos, a menos que su ejemplo los haya hecho
tropezar, o haya desviado sus pisadas de la senda estrecha. Tiene
una obra grande y solemne que hacer para dominarse y subyugarse,
para volverse manso y humilde de corazón, para educarse de manera
que llegue a ser tierno, piadoso en el seno de su familia, y poseer
esa nobleza de espíritu y esa verdadera generosidad de alma que
desprecia todo lo que sea mezquino.
Le ha parecido que se estaba trabajando demasiado en el salón
de cultos, y ha hecho notar que se hacían muchos gastos innecesarios
allí. No necesita tener esos escrúpulos de conciencia tan especiales.
No hay nada en ese salón que se esté preparando con demasiado
cuidado, nitidez y orden. Esa obra no es grandiosa. Los adornos no
son extravagantes. Los que están listos para quejarse de ese salón
de cultos, ¿consideraron para quién lo están construyendo; que se lo
estaba haciendo para que fuera especialmente la casa de Dios; para
dedicársela a él; para que fuera un lugar donde la gente se pudiera
reunir con el Señor? Muchos reaccionan como si el Creador de los
cielos y la tierra, el que hizo todo lo agradable y hermoso que hay en
el mundo, se va a sentir complacido al ver una casa erigida para él sin
orden ni belleza. Algunos construyen casas grandes y convenientes
para sí mismos, pero no se pueden permitir gastar mucho en una
casa que van a dedicar a Dios. Cada peso de los medios económicos
que se encuentran en sus manos, es del Señor. Se los ha prestado
por un poco de tiempo, con el fin de que lo usen para su gloria; pero
administran estos medios para el progreso de la causa de Dios como
si cada peso gastado con este fin fuera pérdida neta.
Dios no quiere que su pueblo gaste en forma extravagante los
medios económicos para ostentación o adorno; quiere que manifies-
ten limpieza, orden, buen gusto y una sencilla belleza al preparar
una casa para él con el fin de que se pueda encontrar con su pueblo.
Los que levantan una casa para Dios deben manifestar un interés
mayor, y asimismo más cuidado y buen gusto en sus arreglos, puesto
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que el motivo por el cual se la construye es más elevado y santo que
el común de los edificios que se construyen.
El Señor lee las intenciones y los propósitos de los hombres.
Los que tienen un concepto elevado de su carácter sentirán el mayor