Página 27 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Resumen de mi experiencia
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los que están en error que cumplan tales y tales condiciones antes
de extenderles una mano ayudadora. De ese modo los mantienen
fuera del alcance de su brazo. No han aprendido que tienen el deber
especial de salir a buscar esas ovejas perdidas. No deben esperar que
ellas vengan adonde ellos están. Leamos la conmovedora parábola
de la oveja perdida: “Se acercaban a Jesús todos los publicanos
y pecadores para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban,
diciendo: Éste a los pecadores recibe, y con ellos come. Entonces
él les refirió esta parábola, diciendo: ¿Qué hombre de vosotros,
teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y
nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Y
cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso: y al llegar
a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo,
porque he encontrado mi oveja que se había perdido. Os digo que
así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que
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por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento”.
Lucas 15:1-7
.
Los fariseos murmuraban porque Jesús recibía a los publicanos
y los pecadores comunes, y comía con ellos. En su justicia propia
despreciaban a esos pobres pecadores que alegremente escuchaban
las palabras de Jesús. El Señor dio la parábola de la oveja perdida
para reprender la actitud de los escribas y fariseos, y con el fin de
dar una lección impresionante para todos. Notemos, en particular,
los siguientes puntos:
Se deja a las noventa y nueve, y se inicia una búsqueda diligente
de la única que se había perdido. Se hace un esfuerzo total en favor
de la oveja desafortunada. Del mismo modo los esfuerzos de la
iglesia deberían dirigirse hacia los que se están apartando del redil
de Cristo. Y si se han alejado mucho, no hay que esperar a que
regresen antes de tratar de ayudarles, sino que hay que ir en busca
de ellos.
Cuando la oveja perdida fue hallada, fue llevada a casa con gozo,
y hubo mucha alegría después. Esto ilustra la bendición y el gozo
que resultan de trabajar en favor de los que yerran. La iglesia que
se dedica con éxito a esta tarea es una iglesia feliz. El hombre o
la mujer cuyas almas se sienten conmovidas de compasión y amor
por los extraviados, y que trabajan para traerlos al redil del gran
Pastor, se dedican a una tarea bendita. Y, ¡oh, qué pensamiento