Página 28 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
más emocionante es que cuando de este modo se logra rescatar un
alma, hay más gozo en el cielo que por noventa y nueve justos! Las
almas egoístas, exclusivistas y exigentes, que parecen tener miedo
de ayudar a los que están en error, como si se fueran a contaminar si
lo hicieran, no experimentan las dulzuras de esta obra misionera; no
participan de esa bendición que llena todo el cielo con el regocijo
que produce el rescate de un solo ser que se haya apartado de Dios.
Se encierran en sus estrechas opiniones y pensamientos, y se vuelven
tan áridos e infructíferos como los montes de Gilboa, sobre los cuales
no caía ni rocío ni lluvia. Si se priva de trabajo a un hombre fuerte,
se debilitará. Las iglesias o personas que se privan de llevar cargas
en favor de los demás, que se encierran en sí mismas, pronto sufrirán
de debilidad espiritual. El trabajo únicamente mantiene en forma al
hombre fuerte. Y el trabajo espiritual, la actividad y el llevar cargas
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únicamente fortalecerá a la iglesia de Cristo.
El sábado 18 y el domingo 19 de abril disfrutamos de buenos
momentos con nuestros hermanos de Greenville. Los hermanos A y
B estaban con nosotros. Mi esposo bautizó a ocho personas. El 25
y el 26 estuvimos con los hermanos de la Iglesia de Wright. Esta
querida gente siempre está dispuesta a recibirnos. Allí mi esposo
bautizó a ocho más.
El 2 de mayo nos reunimos con una numerosa congregación
en el salón de cultos de Monterrey. Mi esposo habló con claridad
y fuerza acerca de la parábola de la oveja perdida. La Palabra fue
una gran bendición para esa gente. Algunos de los que se habían
extraviado estaban fuera de la iglesia y no había interés en trabajar
para ayudarles. En efecto, la actitud rígida, inflexible y carente de
sentimientos de algunos miembros de la iglesia estaba calculada para
impedirles que volvieran si hubieran tenido la intención de hacerlo.
El tema tocó el corazón de todos, y todos manifestaron el deseo
de rectificar las cosas. El domingo hablamos tres veces en Allegan
ante congregaciones numerosas. Nuestro itinerario indicaba que
debíamos estar el 9 con la Iglesia de Battle Creek, pero sentíamos
que nuestra obra en Monterrey acababa de comenzar, y por lo tanto
decidimos regresar allí para, trabajar una semana más con esa iglesia.
La buena obra progresó, y sobrepasó nuestras expectativas. El
salón estaba lleno, y nunca antes habíamos visto una obra semejan-
te en Monterrey, llevada a cabo en tan poco tiempo. El domingo,