Página 273 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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El engaño de las riquezas
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la separó de sus propósitos. Aumentaron sus preocupaciones y se
extendió su influencia. Los afligidos, al recibir alivio de sus padeci-
mientos, la glorificaban, y usted aprendió a amar las alabanzas de
los pobres labios mortales. Vivía en una ciudad populosa, y pensó
que para el éxito de sus negocios y para conservar su influencia
era necesario que cuanto la rodeaba estuviese de acuerdo con los
mismos. Pero llevó las cosas al extremo. Se dejó guiar demasiado
por opiniones y juicios ajenos. Gastó recursos inútilmente tan sólo
para satisfacer la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida.
Se olvidó de que estaba manejando el dinero de su Señor. Cuando
gastaba dinero sólo para estimular la vanidad, no consideraba que el
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ángel registrador anotaba acciones cuyo recuerdo la avergonzaría.
El ángel dijo, señalándola: “Te glorificaste a ti misma, pero no me
magnificaste”. Hasta se jactaba usted porque podía comprar esas
cosas que hasta entonces habían estado fuera de su alcance.
Una gran suma se gastó en cosas innecesarias que sólo podían
servir para la ostentación, fomentar la vanidad y el orgullo, y que
finalmente le producirían remordimiento y vergüenza. Si hubiera
recordado los derechos del Cielo sobre usted, y hubiera hecho una
distribución adecuada de los medios confiados a su cuidado para
ayudar al necesitado y colaborar en el progreso de la causa de la
verdad presente, habría estado depositando un tesoro en el Cielo, y
habría sido rica en Dios. Considere cuánto dinero ha invertido en
algo que realmente no ha beneficiado a nadie, no ha alimentado ni
vestido a nadie, ni le ha ayudado a nadie a ver el error de su camino
para que pudiera volverse a Cristo y vivir.
Ha hecho grandes inversiones en empresas inciertas. Satanás
cegó sus ojos para que no viera que esas empresas no le darían
ganancias. La empresa de obtener la vida eterna no despertaba su
interés. Allí podría haber invertido su dinero sin correr riesgos, sin
tener que hacer frente a desilusiones, para recibir al final inmensas
ganancias. Allí podría haber invertido en el banco del Cielo, que
nunca falla. Allí podría haber depositado sus tesoros, donde los
ladrones no minan ni el orín corrompe. Esta empresa es eterna y es
mucho más noble que cualquier empresa terrenal, como los cielos
son más altos que la tierra.
Sus hijos no eran discípulos de Cristo. Mantenían amistad con el
mundo y sus corazones naturales deseaban ser como los mundanos.