Página 276 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
En la providencia de Dios, su influencia se extendió; además
de esto, Dios creyó propio probarla dándole talentos y recursos.
Por lo tanto, le fue impuesta una doble responsabilidad. Cuando
comenzó a mejorar su condición, usted dijo: “Tan pronto como pueda
conseguirme una casa, daré para la casa de Dios”. Pero cuando tuvo
la casa, vio que había que hacer tantos arreglos para que todo fuese
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conveniente y agradable en derredor, que se olvidó del Señor y de
sus derechos sobre usted, y se sintió menos inclinada a ayudar a la
causa de Dios que en los días de su pobreza y aflicción.
Buscó la amistad con el mundo, y se apartó más y más de Dios.
Se olvidó de la exhortación de Cristo: “Mirad por vosotros, que
vuestros corazones no sean cargados de glotonería y embriaguez,
y de los cuidados de esta vida, y venga de repente sobre vosotros
aquel día”. “Así que el que piensa estar firme, mire no caiga”
Lucas
21:34
;
1 Corintios 10:12
.
Hay tres consignas en la vida cristiana que deben ser observadas
si deseamos evitar que Satanás nos gane la delantera; a saber: Velar,
orar y trabajar. Es necesario velar y orar para progresar en la vida
divina. Nunca hubo en su caso un tiempo más importante que el
actual. Su única seguridad consiste en vivir una vida vigilante. Vele y
ore siempre. ¡Oh, cuán grande preventivo es esto contra la tentación
y el peligro de caer en las trampas del mundo! ¡Cuán fervientemente
debiera usted haberse dedicado al trabajo durante los últimos años
cuando su influencia era extensa!
Amada hermana, la alabanza de los hombres y la adulación
corriente en el mundo han ejercido en usted una influencia mayor
de lo que cree. No ha aprovechado sus talentos, dándolos a los
banqueros. Usted es por naturaleza afectuosa y generosa. Ha ejercido
estos rasgos de carácter hasta cierto punto, pero no tanto como
Dios requiere. La mera posesión de estos dones excelentes, no es
suficiente; Dios exige que se los mantenga en constante ejercicio,
porque, valiéndose de ellos, él bendice a los que necesitan ayuda y
lleva a cabo su obra en favor de la salvación del hombre.
El Señor no depende de las almas mezquinas para cuidar a los
pobres que merecen ayuda, ni para sostener su causa. Los tales son
demasiado estrechos de mente; le mezquinarían la más pequeña
limosna a los necesitados en sus tribulaciones. También quisieran
que la causa se empequeñeciera para que estuviera de acuerdo con