Página 277 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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El engaño de las riquezas
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sus ideas limitadas. Economizar dinero sería la idea predominante
entre ellos. Parece que su dinero es de más valor para ellos que las
preciosas almas por las cuales Cristo murió. Las vidas de los tales,
en lo que concierne a Dios y al Cielo, son peores que si no existieran.
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Dios no les va a confiar una obra tan importante.
“Maldecid a Meroz, dijo el ángel de Jehová; maldecid severa-
mente a sus moradores, porque no vinieron al socorro de Jehová, el
socorro de Jehová contra los fuertes”.
Jueces 5:23
. ¿Qué hizo Me-
roz? Nada. Ese fue su pecado. La maldición de Dios recayó sobre
ellos por lo que no hicieron. El hombre de mente egoísta y estrecha
es responsable por su mezquindad; pero los que tienen sentimientos
bondadosos y generosos impulsos, y amor por las almas, tienen una
tremenda responsabilidad; porque si permiten que esos talentos que-
den sin usar y se desperdicien, serán considerados siervos infieles.
La mera posesión de estos dones no basta. Los que los poseen de-
ben darse cuenta de que sus obligaciones y responsabilidades son
mayores.
El Maestro requerirá de cada uno de sus mayordomos que rinda
cuenta de su mayordomía, para ver lo que ha ganado con los talentos
que les confió. Los que reciban recompensas no se adjudicarán el
mérito por haber negociado con diligencia; le darán toda la gloria
a Dios. Hablan de lo que se les entregó como de “tu dinero”, no el
propio. Cuando se refieren a la ganancia tienen cuidado de declarar
de dónde procedió. El capital fue adelantado por el Maestro. Ne-
gociaron con él de manera que tuvieron éxito, y le devolvieron al
Dador el capital y los intereses. El recompensa sus esfuerzos como
si el mérito les correspondiera, cuando lo deben todo a la gracia
y la misericordia del generoso Dador. Sus palabras de aprobación
inmerecida resuenan en sus oídos: “Bien, buen siervo fiel; sobre
poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu
Señor”.
Mateo 25:21
.
A usted, hermana mía, se le ha confiado dinero y la capacidad de
ejercer influencia; por lo tanto, su responsabilidad es grande. Debe
obrar con cautela, y en el temor de Dios. Su sabiduría es debilidad,
pero la sabiduría de lo alto es fuerte. El Señor quiere iluminar sus
tinieblas y volver a darle una vislumbre del tesoro celestial, para que
pueda apreciar el valor comparativo de ambos mundos. Le permite
así elegir entre este mundo o la herencia eterna. Vi que tenía todavía