Página 278 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
oportunidad de volver al aprisco. Jesús la ha redimido por su propia
sangre, y le pide que emplee sus talentos en su servicio. Usted no
se ha endurecido a la influencia del Espíritu Santo. Cuando se le
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presenta la verdad de Dios, halla respuesta en su corazón.
Vi que usted debería examinar cada una de sus decisiones. No
debería hacer nada apresuradamente. Permita que Dios sea su con-
sejero. El ama a sus hijos, y es correcto que usted los ame; pero no
es correcto que les dé en sus afectos el lugar que el Señor reclama.
Tienen impulsos amables y propósitos generosos. Poseen nobles
rasgos de carácter. Si vieran solamente su necesidad del Salvador,
y se inclinaran al pie de la cruz, podrían ejercer influencia para el
bien. Ahora son más amadores de los placeres que de Dios. Actual-
mente se encuentran en las filas del enemigo, bajo la bandera negra
de Satanás. Jesús los invita a acudir a él, a abandonar las filas del
enemigo y a ubicarse bajo la bandera manchada de sangre de la cruz
de Cristo.
Les parecerá que es algo que no pueden hacer, porque requerirá
mucha abnegación. No tienen una noción experimental del asunto.
Los que han librado las batallas de su patria, y han estado sometidos
a las dificultades, los trabajos y los peligros de la vida del soldado,
deberían ser los últimos en vacilar y en manifestar cobardía en esta
gran contienda por la vida eterna. En este caso estarán combatiendo
por una corona de vida y una herencia inmortal. Su salario será
seguro, y cuando la guerra haya terminado su ganancia será la vida
eterna, una felicidad sin mezcla, y un eterno peso de gloria.
Satanás se va a oponer a todo esfuerzo que puedan hacer. Les
presentará el mundo en sus aspectos más atractivos, como lo hizo
con el Salvador del mundo cuando lo tentó por cuarenta días en el
desierto. Cristo venció todas las tentaciones de Satanás, y lo mismo
pueden hacer sus hijos. Están sirviendo a un amo duro. La paga
del pecado es muerte. No pueden permitirse pecar. Van a descubrir
que es algo sumamente caro. Y al final se van a encontrar con una
pérdida eterna. Perderán las mansiones que Jesús fue a preparar a los
que lo aman, y perderán también esa vida que se mide con la vida de
Dios. Y esto no es todo. Tendrán que sufrir la ira de un Dios ofendido
por haberle escatimado su servicio y haber brindado sus esfuerzos a
su peor enemigo. Sus hijos no han recibido tadavía la plenitud de la