Página 279 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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El engaño de las riquezas
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luz, y la condenación sólo viene después del rechazamiento de esa
luz.
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Si los profesos cristianos estuvieran libres de error y fueran
fervientes en sus esfuerzos por promover la gloria de Dios, ¡qué
agitación se produciría en las filas del enemigo! Satanás es diligente
y sincero en su obra. No quiere que las almas se salven. No quiere
que se quebrante el poder que ejerce sobre ellos. No solamente
pretende hacer las cosas; las hace en serio. Observa a Cristo cuando
invita a las almas a acudir a él para que tengan vida, y es diligente
y celoso en sus esfuerzos para impedir que acepten la invitación.
No dejará medio sin usar para impedir que dejen sus filas y se
pasen a las de Cristo. ¿Por qué los profesos seguidores de Jesús
no pueden hacer tanto por él como sus enemigos hacen en contra
de él? ¿Por qué no hacen todo lo que pueden? Satanás hace todo
lo que puede para impedir que las almas acudan a Cristo. El fue
una vez un ángel muy honrado en el Cielo, y aunque ha perdido
su santidad, no ha perdido su poder. Ejerce ese poder con terribles
efectos. No espera que su presa acuda a él. Va en pos de ella. Anda
de aquí para allá por toda la tierra como león rugiente buscando a
quien devorar. No siempre ostenta el feroz aspecto de león, pero
cuando quiere lograr los mejores resultados se transforma en ángel
de luz. Con toda facilidad puede transformar el rugido del león en
los argumentos más convincentes o en el más suave susurro. Tiene
legiones de ángeles que le ayudan en su obra. A menudo esconde
sus trampas y atrae mediante engaños placenteros. Encanta y seduce
a muchos adulando su vanidad. Presenta mediante sus instrumentos
los placeres del mundo en su aspecto más atractivo, y adorna el
sendero que conduce al infierno con flores tentadoras, y de ese modo
las almas resultan encantadas y van a la ruina. Después de cada
paso que se da en la senda descendente, Satanás tiene alguna otra
tentación especial para conducirlas aún más lejos por el camino
equivocado.
Si sus hijos estuvieran dirigidos por principios religiosos, serían
fortificados contra el vicio y la corrupción que los rodean en esta era
degenerada. Dios sería para ellos como el torreón de una fortaleza
si quisieran depositar su confianza en él. “¿O forzará alguien mi
fortaleza? Haga conmigo paz; sí, haga paz conmigo”.
Isaías 27:5
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