Página 287 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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La verdadera conversión
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inducirla a comprender el indescriptible amor de Cristo, los encantos
de su gracia y la excelencia de Dios, de tal manera que el alma se
impregne del amor divino y sea cautivada por los misterios celestia-
les. Cuando una persona comprende estas cosas, su vida anterior le
parece desagradable y odiosa. Aborrece el pecado y; quebrantando
su corazón delante de Dios, abraza a Cristo, vida y gozo del alma.
Renuncia a sus placeres anteriores. Tiene una mente nueva, nuevos
afectos, nuevo interés, nueva voluntad; sus tristezas, deseos y amor
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son todos nuevos. Se aparta ahora de la concupiscencia de la carne,
la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida, que hasta
entonces prefirió a Cristo, y éste es el encanto de su vida, la corona
de su regocijo. Considera ahora, en toda su riqueza y gloria, el cielo
que no le atraía antes, y lo contempla como su patria futura, donde
verá, amará y alabará a Aquel que lo redimió con su sangre.
Las obras de la santidad, que parecían cansadoras, son ahora su
delicia. Escoge como tema de estudio y consejera a la Palabra de
Dios que antes le parecía árida y sin interés. Es como una carta que
le escribiera Dios, con la inscripción del Eterno. Somete a esta regla
sus pensamientos, palabras y acciones y por ella los prueba. Tiembla
ante las órdenes y amenazas que contiene, mientras que se aferra
firmemente a sus promesas y fortalece su alma apropiándose de
ellas. Elige ahora la sociedad de los más piadosos; ya no se deleita
en la de los impíos, cuya compañía amaba antes. Llora por pecados
que ve en ellos y de los cuales se reía antes. Renuncia al amor propio
y a la vanidad, vive para Dios y es rica en buenas obras. Esta es la
santificación que Dios requiere. No aceptará nada que sea menos
que esto.
Le ruego, hermano mío, que escudriñe su corazón con diligencia
y pregunte: “¿En qué camino viajo? ¿Adónde me llevará?” Puede
regocijarse porque su existencia no fue cortada mientras no tenía
esperanza segura de vida eterna. Dios no permita que descuide por
más tiempo esta obra y perezca en sus pecados. No halague su alma
con falsas esperanzas. Usted no ve otro camino que seguir sino uno
demasiado humilde para aceptarlo. Cristo le presenta, aun a usted,
mi hermano errante, un mensaje de misericordia: “Venid, que ya
está todo aparejado”.
Lucas 14:17
. Dios está dispuesto a aceptarle, y
a perdonarle todas sus transgresiones, si tan solo quiere venir. Usted
ha sido pródigo, se separó de Dios y se mantuvo mucho tiempo