Página 314 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

Basic HTML Version

Un oyente olvidadizo
Querido Hno. Y,
En la última visión que se me dio se me mostró que usted no
se entiende a sí mismo. Tiene una obra que hacer en favor suyo
que nadie puede hacer por usted. Su experiencia en la verdad es
escasa, y no se ha convertido cabalmente. Se adjudica un valor más
elevado que el que le corresponde. Se me señaló su vida pasada. Su
mente no ha sido elevada, sino que se ha espaciado en temas que no
conducen a la pureza en la acción. Tuvo hábitos corrompidos que
[289]
mancharon su concepto de la moral. Se ha permitido demasiadas
familiaridades con el otro sexo y no ha tenido una conducta modesta.
Usted se sentiría muy bien si se fomentara mayor familiaridad entre
hombres y mujeres, bastante de acuerdo con la teoría de Dr. A. Su
influencia en _____ no ha sido buena. No era la persona adecuada
para ese lugar; su conversación liviana y trivial lo descalificó para
ejercer una buena influencia allí. Las características de su música
no fomentaban los pensamientos o sentimientos elevados; por lo
contrario, contribuían a degenerar.
Desde hace algunas semanas su influencia ha tendido a mejorar;
pero usted carece de firmeza en los principios. Es deficiente en
muchas cosas, y en el caso de algunas de ellas debe saber dónde
está fallando. Las locuras de su juventud han dejado su huella en
usted; jamás podrá recuperar lo que ha perdido como consecuencia
de los hábitos impuros. Estas cosas han embotado de tal manera su
sensibilidad que no puede discernir con claridad las cosas sagradas.
No puede resistir la tentación con la experiencia que ahora tiene. No
puede soportar las pruebas. No ha sido santificado por la verdad. Se
ha apoderado de la verdad, pero ella no se ha apoderado de usted
para transformarlo mediante la renovación de su entendimiento.
Es un hombre que se ha engañado a sí mismo. ¡Oh, le ruego que
no siga engañado con respecto a su verdadera condición! No ha
experimentado convicciones profundas como consecuencia de sus
pecados, ni ha buscado a Dios en humildad, con angustia de corazón,
310