Página 317 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Un remedio para el sentimentalismo
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temas prohibidos, mientras se entrega a ciertos hábitos que lenta
pero seguramente están minando su salud, y la están preparando para
una decadencia prematura. Habría sido mejor para usted no haber
ido nunca a _____. Su permanencia allí la perjudicó. Se concentró
en sus enfermedades, y participó de una sociedad cuya influencia era
corrupta. La Srta. C era una mujer corrompida, de mente maligna.
Su relación con usted acrecentó el mal que siempre estuvo en usted.
“Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres”.
1
Corintios 15:33
. En este momento su condición no es aceptable a la
vista de Dios; no obstante, usted se imagina que no tiene deseos de
vivir. Si se le tomara la palabra, y su vida terminara, su caso sería sin
esperanza, ciertamente. Usted no está preparada ni para este mundo
ni para el venidero.
Se imagina que no puede caminar, ni andar a caballo, ni hacer
ejercicio, y se sume en una apatía yerta y sin vida. Es motivo de pesar
y ansiedad para sus complacientes padres, y no es ningún consuelo
para usted misma tampoco. Puede reanimarse, puede trabajar, puede
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sacudir esa terrible indiferencia. Su madre necesita su ayuda; su
padre necesita el consuelo que usted le puede dar; sus hermanos
necesitan la atención bondadosa de su hermana mayor; sus hermanas
necesitan su instrucción. Pero allí está usted sentada en el trono de
la indolencia, soñando con un amor no correspondido. Por amor
a su alma abandone esta locura. Lea la Biblia como nunca lo ha
hecho antes. Dedíquese a las tareas del hogar, y aliviane las cargas
de sus abrumados padres. Al principio no podrá hacer mucho, pero
aumente cada día la cantidad de tareas que decida hacer. Este es
el mejor remedio para una mente enferma y un cuerpo sometido al
abuso.
Si sus propósitos son fervientes y firmes, poco a poco su mente
va a comenzar a dedicarse a temas más saludables y puros. La
complacencia propia ha degenerado poco a poco en una especie de
glotonería tan grande, que no hay manera de satisfacerla. En lugar
de regular sus actos por la razón y los principios, usted permite que
la guíen todos los impulsos leves y momentáneos; por eso parece
variable e inconstante. Es inútil que los demás traten de complacerla,
porque usted misma no se podría satisfacer aunque se cumplieran
todos sus deseos. Es una muchacha caprichosa, y su egoísmo la ha
inducido a aborrecerse a sí misma.