Página 327 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

Basic HTML Version

Un llamado a los ministros
323
ni convenientes. Algunos estudian la manera de salvarse del trabajo
agotador. Estudian de qué manera pueden satisfacer sus propias
conveniencias, las de sus esposas y sus hijos; y casi pierden de vista
la obra a la cual se dedicaron.
Dios pide que los pastores que no han hecho la obra en él humi-
llen sus almas y hagan confesiones sinceras. Se me mencionaron los
casos de hombres que se dedican a empresas mundanas. Saben que
para lograr sus propósitos se van a cansar. Sacrifican las comodida-
des y el amor del hogar, y soportan privaciones; son perseverantes,
enérgicos y ardientes. No todos nuestros ministros manifiestan si-
quiera la mitad del celo que ponen en evidencia a los que están
tratando de obtener una ganancia terrenal. No son tan constantes en
sus propósitos ni tan fervientes en sus esfuerzos; no son tan perseve-
rantes, ni están tan dispuestos a negarse a sí mismos como los que
se dedican a propósitos mundanales.
Comparen estas dos empresas. Una es segura, eterna, perdura-
ble como la vida de Dios; la otra es algo de esta vida, cambiante,
perecedero; y si los hombres logran el éxito en la prosecución de
sus ambiciones, frecuentemente sus ganancias muerden como ser-
pientes, y los sumergen en la perdición. ¡Oh! ¿por qué tiene que
haber un contraste tan grande entre los que están dedicados a una
empresa mundana y los que se consagraron a una empresa celestial?
El primero trabaja para conseguir un tesoro terrenal, perecedero,
y en el esfuerzo sufre mucho dolor para conseguir algo que con
frecuencia es una fuente de grandes males; el otro, esforzándose por
la salvación de almas preciosas, que serán aprobadas por el Cielo y
recompensadas con las riquezas eternas. No hay que correr riesgos
en este caso, ni hay que experimentar pérdidas; las ganancias.son
seguras e inmensas.
Los que están en lugar de Cristo rogando que las almas se re-
concilien con Dios, deberían manifestar por precepto y ejemplo un
interés inalterable por su salvación. Su fervor, perseverancia, abne-
gación y espíritu de sacrificio deberían de exceder la diligencia y la
sinceridad de los que procuran las ganancias terrenales, en la medida
en que las almas son más valiosas que las heces de la tierra, y el
[302]
motivo más elevado que el de una empresa terrenal. La importancia
de toda empresa mundana es trivial comparada con la obra de sal-
var almas. Las cosas de la tierra no son duraderas, aunque cuesten