Página 33 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

Basic HTML Version

Trabajando por Cristo
29
pensasteis que si encontrarais a un niño sin defectos, lo recibiríais
y lo cuidaríais; pero perturbar la mente con el cuidado de un chico
vagabundo, lograr que desaprenda muchas cosas y aprenda otras
nuevas, y enseñarle dominio propio, es una tarea que rehusáis em-
prender. Enseñar al ignorante, tener compasión de los que siempre
han aprendido el mal, y reformarlos, no es tarea fácil; pero el Cielo
ha puesto precisamente a esas personas en vuestro camino. Son
bendiciones disfrazadas.
Hace años se me mostró que el pueblo de Dios sería probado
en cuanto a proporcionar hogares a los que carecían de ellos; que
muchos quedarían sin hogar como consecuencia de haber aceptado
la verdad. La oposición y la persecucijn privaría a los creyentes de
sus hogares, y era deber de los que los tenían abrir ampliamente
sus puertas para recibir a los que no los tenían. Me fue mostrado
más recientemente que Dios va a probar especialmente a su pue-
blo profeso con referencia a este asunto. Cristo, por nuestra causa
se hizo pobre, para que nosotros, mediante su pobreza fuésemos
enriquecidos. Hizo un sacrificio a fin de poder proveer hogares a
los peregrinos y extranjeros que en este mundo buscan una patria
mejor, es a saber, la celestial. ¿Será posible que los que han sido
objetos de su gracia, que esperan ser herederos de la inmortalidad,
rehusen e incluso manifiesten mala voluntad cuando se les propone
que compartan sus hogares con los necesitados? ¿Será posible que
nosotros, que somos discípulos de Jesús, rehusemos permitir que los
extraños traspongan nuestras puertas porque los tales no conocen a
los que moran en nuestros hogares?
[27]
¿No tiene fuerza en nuestro tiempo, acaso, el precepto del após-
tol: “No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin
saberlo, hospedaron ángeles”
Hebreos 13:2
?
Cada día sufro por la exhibición de egoísmo que se nota entre
nuestro pueblo. Hay una alarmante ausencia de amor y atención
por los que la merecen. Nuestro Padre celestial pone bendiciones
disfrazadas en nuestra senda, pero algunos ni siquiera las tocan por
temor de que éstas los aparten de sus placeres. Los ángeles están
esperando para ver si vamos a aprovechar las oportunidades que
están a nuestro alcance a fin de hacer el bien; están esperando para
ver si vamos a bendecir a los demás con el fin de bendecirnos a
nosotros a su vez. Dios mismo nos ha hecho diferentes: a algunos