Página 34 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
pobres, a algunos ricos, a algunos afligidos, para que todos tenga-
mos la oportunidad de desarrollar el carácter. Dios ha permitido a
propósito que haya pobres, para probarnos, y para que demostremos
lo que hay en nuestros corazones.
He oído a muchos excusarse por no recibir a los santos de Dios
en sus hogares y en sus corazones. “¡Pero, no tengo nada preparado;
no he cocinado nada; deberían ir a otro lugar!” Y en ese otro lugar
puede ser que se haya inventado otra excusa para no recibir a los
que necesitan hospitalidad, de modo que los visitantes se sienten
profundamente heridos en sus sentimientos, y reciben una impresión
desagradable con respecto a la hospitalidad de estos profesos herma-
nos y hermanas. Si no tiene pan, hermana, imite el caso que se nos
presenta en la Biblia. Vaya a su vecino y dígale: “Amigo, préstame
tres panes, porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo
qué ponerle delante”
Lucas 11:6
. No tenemos ejemplo alguno de
que esta falta de pan se haya usado como excusa para rehusar la
entrada a alguien que la solicitaba. Cuando Elías llegó a la casa de la
viuda de Sarepta, ella compartió su pan con el profeta de Dios, y él
hizo un milagro; de modo que el acto de brindarle hogar a su siervo,
y de compartir su pan con él, dio como resultado que ella misma
recibió sostén, y tanto su vida como la de su hijo fueron preservadas.
Lo mismo sucederá en el caso de muchos, si lo hacen alegremente
para la gloria de Dios.
Algunos invocan su mala salud: si tuvieran fuerzas lo harían con
gusto. Los tales se han encerrado tanto en sí mismos, han pensado
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tanto en sus propios pobres sentimientos, y han hablado tanto de sus
sufrimientos, pruebas y aflicciones, que todo esto ha llegado a ser
su verdad presente. Sólo pueden pensar en sí mismos, no importa
cuántos haya que necesitan de simpatía y asistencia. A vosotros que
sufrís de mala salud, os digo que hay remedio. Si vestís al desnudo,
y al pobre errante introducís en vuestra casa, y compartís vuestro
pan con el hambriento, “entonces nacerá tu luz como el alba, y tu
salvación (salud, en hebreo) se dejará ver pronto”.
Isaías 58:8
. El
hacer el bien es un excelente remedio contra la enfermedad. A los
que se dedican a esta obra se les extiende la invitación de invocar
a Dios, y él se ha comprometido a responderles. Sus almas serán
satisfechas en medio de la sequía, y serán como huerto en tierra
regada, cuyas aguas nunca faltan.