Página 354 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
un modo especial, y si algún miembro de la familia hace algo malo
lo sancionan con rudeza y violencia.
¿Quiénes son nuestros hijos? Son solamente nuestros hermanos
y hermanas menores en la familia que Dios reconoce como suya.
Estamos tratando con los miembros de la familia del Señor. Y mien-
tras se los confía a nuestro cuidado, con cuánto esmero deberíamos
educarlos para el Señor, de modo que cuando el Maestro venga
podamos decir: “He aquí, Señor, nosotros y los hijos que nos has
dado”. ¿Podremos entonces decir: “Hemos tratado de hacer nuestra
obra, y hemos tratado de hacerla bien”?
He visto madres de familias numerosas que no se daban cuenta
del trabajo que tenían ante sí y ante su propia familia.Querían ser mi-
sioneras y hacer una obra grande. Deseaban un puesto elevado, pero
descuidaban el mismo trabajo que en su casa se les había asignado.
¡Cuán importante es que la gente se despeje! ¡Cuán importante es
que el cuerpo esté tan libre como sea posible de la enfermedad, a fin
de que podamos hacer el trabajo que el Señor nos ha encomendado, y
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esto de una manera que permita al Maestro decir: “Bien, buen siervo
y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el
gozo de tu Señor”.
Mateo 25:21
. Hermanas mías, no despreciéis las
pocas tareas que el Señor os ha dado que hacer. Sean las acciones
cotidianas tales que en el día del ajuste final de cuentas, no tengáis
que avergonzaros frente a lo que anotó el ángel registrador.
Pero ¿qué diremos del régimen empobrecido? He hablado de
cuán importante es que la cantidad y la calidad de los alimentos
estén estrictamente de acuerdo con las leyes de la salud. Pero no
quisiera recomendar un régimen alimenticio empobrecido. Se me
ha mostrado que muchos adoptan una opinión errónea acerca de
la reforma pro salud y siguen un régimen demasiado pobre. Se
sustentan con alimentos baratos y de mala calidad, preparados sin
cuidado ni consideración de la nutrición del organismo. Es impor-
tante que el alimento sea preparado con cuidado y que agrade al
apetito no pervertido. Debido a que por principio descartamos el uso
de carne, manteca (mantequilla), pasteles de carne, especias, tocino
y cosas que irritan el estómago y destruyen la salud, nunca debiera
inculcarse la idea de que poco importa lo que comemos.
Hay quienes van a los extremos. Según ellos deben comer cierta
cantidad precisa y exactamente determinada, y limitarse a dos o tres