Página 355 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

Basic HTML Version

La temperancia cristiana
351
cosas. Permiten que tanto a ellos como a sus familias se les sirvan
pocos alimentos. Al comer cantidades reducidas de alimento, que
no son de la mejor calidad, no ingieren lo que puede nutrir ade-
cuadamente el organismo. El alimento de mala calidad no puede
convertirse en sangre buena. Un alimento poco nutritivo empobre-
cerá la sangre. Mencionaré el caso de la hermana A, que se me
presentó como un caso extremo.
Se me presentaron dos clases: primero, los que no vivían de
acuerdo con la luz que Dios les había dado. Comenzaron la reforma
porque otros lo hicieron. No comprendieron el sistema por sí mismos.
Hay muchos de vosotros que profesáis la verdad, que la habéis
recibido porque otros así lo hicieron, y de ningún modo podríais dar
razón de vuestra fe. Por esto sois tan débiles e inseguros. En lugar de
considerar vuestros motivos a la luz de la eternidad, en vez de tener
un conocimiento práctico de los principios que sustentan vuestras
[329]
acciones, en lugar de haber cavado vosotros mismos hasta el fondo
y construído sobre el fundamento correcto, andáis a la luz de lo que
otros hicieron. Y fracasaréis en esto como habéis fracasado en la
reforma pro salud. Pero, si os hubieseis guiado por principios esto
no hubiera sucedido.
A algunos no les impresiona la necesidad de comer y beber
para la gloria de Dios. La santificación del apetito los afecta en
todas las relaciones de la vida. Ello se ve en sus familias, en la
iglesia, en la reunión de oración y en la conducta de sus hijos. Ha
sido la maldición de sus vidas. Es imposible hacerles comprender
las verdades destinadas a estos postreros días. Dios ha provisto
abundantemente para el sustento y la felicidad de todas sus criaturas;
y si no se violasen sus leyes, y si todos obrasen en armonía con la
voluntad divina, se experimentaría salud, paz y felicidad, en vez de
miseria y malestar continuos.
Otra clase de personas que han adoptado la reforma pro salud
son muy estrictos. Toman una posición, y se mantienen empeci
nadamente en esa posición a toda ultranza. La hermana A era una
de estas personas. No era comprensiva, amable ni afectuosa como
nuestro divino Señor. La justicia era prácticamente lo único que
podía entender. Llegó a extremos mayores que el Dr. Trall. Sus
pacientes tenían que irse porque no se les daba suficiente alimento.
Su dieta empobrecida les daba sangre empobrecida.