Página 356 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
Ingeridas como alimento las carnes perjudican a la sangre. Al
cocinar carnes con muchos condimentos, y al comerlas con pasteles
y tortas suculentas, se obtiene sangre de mala calidad. El organismo
está demasiado recargado para asimilar esa clase de alimentos. Los
pasteles de carne y los encurtidos, que nunca debieran hallar cabida
en un estómago humano, proporcionarán una sangre de pésima cali-
dad. Y un alimento de mala clase, cocinado en forma impropia y en
cantidad insuficiente, no puede formar buena sangre. Los alimentos
suculentos a base de carne y un régimen empobrecido producirán
los mismos resultados.
Acerca de la leche y el azúcar, diré lo siguiente: Conozco per-
sonas que se han asustado por la reforma pro salud, y han dicho
que no querían saber nada de ella, porque hablaba contra el uso co-
pioso de estas cosas. Los cambios deben hacerse con gran cuidado,
y debemos obrar cautelosa y sabiamente. Necesitamos seguir una
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conducta que nos recomiende a los hombres y mujeres inteligentes
del país. Las grandes cantidades de leche y azúcar ingeridas juntas
son perjudiciales. Comunican impurezas al organismo. Los animales
de los cuales se obtiene la leche no son siempre sanos. Pueden su-
frir enfermedades. Una vaca puede estar aparentemente sana por la
mañana y morir antes de la noche. En tal caso estaba enferma por la
mañana, y su leche también; pero no lo sabíais. La creación animal
está llena de enfermedades, y las carnes también. Si pudiésemos
saber que los animales estaban en perfecta salud, yo recomendaría a
la gente que comiese carne antes que grandes cantidades de leche
y azúcar. No les haría el daño que les hacen estas últimas cosas.
El azúcar recarga el organismo y estorba el trabajo de la máquina
viviente.
Hubo un caso en el Condado de Montcalm, Míchigan, al que me
voy a referir. Esta persona era un hombre noble. Medía un metro
ochenta y tenía un aspecto agradable. Me llamaron a visitarlo porque
estaba enfermo. Antes había conversado con él con respecto a su
modo de vivir. “No me gusta su mirada”, le dije. Consumía grandes
cantidades de azúcar. Le pregunté por qué lo hacía. Dijo que había
dejado la carne y no sabía que hubiera nada que pudiera reemplazar-
la tan bien como el azúcar. La comida no le satisfacía, simplemente
porque su esposa no sabía cocinar. Algunos de vosotros enviáis a
vuestras hijas, que son casi mujeres, a la escuela a aprender ciencias