Página 360 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
apropiado. Para un estómago dispéptico, podéis colocar sobre vues-
tras mesas frutas de diferentes clases, pero no demasiadas en una
comida. De esta manera podéis tener variedad y alimentos de buen
gusto, y después de comer os sentiréis bien.
Me asombra saber que, después de toda la luz que se os ha dado
en este lugar, muchos coméis entre comidas. No debierais ingerir ni
un solo bocado entre vuestras comidas regulares. Comed lo debido,
pero en una sola comida, y luego esperad hasta la siguiente. Yo como
lo suficiente para satisfacer mis necesidades vitales; pero cuando me
levanto de la mesa, mi apetito es tan bueno como cuando me senté.
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Y cuando llega la siguiente comida, estoy dispuesta a ingerir mi
porción y nada más. Si comiera una cantidad doble de vez en cuando
porque tiene buen gusto, ¿cómo podría inclinarme y pedir a Dios
ayuda en mi trabajo de escritora, cuando no me vienen las ideas por
causa de mi glotonería? ¿Podría pedirle a Dios que se ocupara de esa
carga irrazonable que está en mi estómago? Eso sería deshonrarlo.
Sería rogar para fomentar mi apetito. Ahora como lo que solamente
considero correcto, y entonces puedo pedirle que me dé fuerza para
llevar a cabo la obra que me ha dado para hacer. Y sé que el Cielo
ha escuchado y contestado mi oración cuando he hecho este pedido.
Más aún, cuando comemos sin moderación, pecamos en contra
de nuestros propios cuerpos. Durante el sábado, en la casa de Dios,
los glotones se sientan y duermen frente a las encendidas verdades
de la Palabra de Dios. No pueden ni mantener los ojos abiertos; no
comprenden los solemnes sermones presentados. ¿Pensáis que tales
personas glorifican a Dios en sus cuerpos y espíritus, que son suyos?
No; lo deshonran. Y el dispéptico; lo que lo ha hecho dispéptico es
actuar de este modo. En lugar de ser regular, ha dejado que su apetito
lo controle, y ha comido entre comidas. Quizás, si sus hábitos son
sedentarios, no ha tenido el aire vigorizador del Cielo para ayudar
en su digestión; puede no haber hecho el ejercicio suficiente para
resguardar su salud.
Algunos de vosotros os expresáis como si os agradara que al-
guien os dijese cuánto se debe comer. No debe ser así. Tenemos
que actuar desde un punto de vista moral y religioso. Debemos ser
templados en todas las cosas, porque se nos ofrece una corona inco-
rruptible, un tesoro celestial. Y ahora quiero decir a mis hermanos y
hermanas: Preferiría tener valor moral, asumir una posición definida