Página 361 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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La temperancia cristiana
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y gobernarme a mí misma. No quisiera imponer esta carga a otra
persona. Coméis demasiado y luego lo lamentáis, y seguís pensando
en lo que coméis y bebéis. Comed lo que os beneficia, y levantaos
de la mesa sintiéndoos libres ante el Cielo, sin remordimiento de
conciencia. No creo que se deben evitar todas las tentaciones a los
niños ni a los adultos. Nos espera una lucha, y debemos mantenernos
en situación de resistir las tentaciones de Satanás; y necesitamos
saber que poseemos en nosotros poder para ello.
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Y ya que os aconsejamos que no comáis en exceso, aun de los
mejores alimentos, queremos dirigir unas palabras de cautela a los
extremistas para que no presenten una norma falsa ni procuren luego
que todos se conformen con ella. Hay quienes emprenden una obra
de reformadores respecto a la salud cuando no están preparados para
dedicarse a otra empresa, pues no tienen bastante sentido para cuidar
sus propias familias ni para conservar su debido lugar en la iglesia.
¿Qué hacen? ¡Ah, se dedican a ser médicos de la reforma pro salud,
como si pudiesen tener éxito en ello! Asumen las responsabilidades
del ejercicio de esta profesión, y se encargan de las vidas de hombres
y mujeres, cuando no saben nada del asunto.
Elevaré la voz contra los novicios que aseveran tratar las en-
fermedades de acuerdo con los principios de la reforma pro salud.
No permita Dios que seamos objeto de experimentación. Nuestras
filas son demasiado escasas. Y morir en una guerra tal es muy po-
co glorioso. Dios nos libre de un peligro tal. No necesitamos tales
maestros y médicos. Los que procuran tratar las enfermedades deben
saber algo del organismo humano. El Médico celestial estaba lleno
de compasión. Los que tratan con los enfermos necesitan ese espíri-
tu. Algunos de los que quieren dedicarse a médicos son fanáticos,
egoístas y tercos. No se les puede enseñar nada. Puede ser que nunca
hicieron nada de valor. Tal vez no hayan tenido éxito en la vida. No
saben nada que valga la pena saberse, y sin embargo, se dedican a
practicar la reforma pro salud. No podemos dejar que estas personas
maten a uno o a otro. No, no podemos permitirlo.
Necesitamos estar cada vez en lo cierto. Necesitamos educar a
nuestros hermanos en la correcta reforma pro salud. “Limpiémonos
-dice el apóstol- de toda inmundicia de carne y de espíritu, perfeccio-
nando la santificación en temor de Dios”.
2 Corintios 7:1
. Debemos
tener razón para resistir en los últimos días. Necesitamos cerebros