Página 363 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Extremos en la reforma pro salud
En el transcurso del congreso anual en el Centro Adams, Nueva
York, el 25 de octubre de 1868, se me mostró que los hermanos de _-
____ se sentían grandemente perplejos y angustiados por el proceder
de B y C. Los que llevan la causa de Dios en el corazón no pueden
menos que sentirse celosos por su prosperidad. Se me mostró que
estos hombres no eran confiables. Eran extremistas y echarían por
tierra la reforma pro salud. Su modo de actuar no tendería a corregir
o reformar a los que eran intemperantes en su dieta; por el contrario
su influencia disgustaría a creyentes y no creyentes, y los alejaría de
la reforma, en vez de acercarlos a ella.
Nuestros puntos de vista difieren ampliamente de los del mundo
en general. No son populares. Las masas rechazarán cualquier teoría,
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no importa cuán razonable pueda ser, si impone una restricción al
apetito. Se consulta el gusto en lugar de la razón y la salud. Todos
los que dejen la senda trillada de la costumbre, y aboguen por una
reforma, encontrarán oposición, se los considerará locos, dementes,
radicales; dejadlos seguir siempre una conducta tan coherente. Pero
cuando los hombres que abogan por una reforma llegan a extremos,
y son inconsecuentes en su modo de obrar, no se puede culpar a
la gente si llegan a sentir disgusto por la reforma pro salud. Estos
extremistas hacen más daño en unos pocos meses que el que podrían
deshacer en toda su vida. Por causa de ellos se desacredita toda la
teoría de nuestra fe, y nunca podrán hacer que los que son testigos
de tales exhibiciones de la así llamada reforma pro salud piensen
que hay nada bueno en ella. Estos hombres llevan a cabo una obra
que a Satanás le encanta ver progresar.
Los que abogan por una verdad impopular debieran llevar vidas
muy consecuentes, y debieran tener gran cuidado de evitar los ex-
tremos. No debieran esforzarse por ver cuánto pueden separar su
posición de la de otros hombres; sino al contrario, por ver cuánto
se pueden acercar a los que desean reformar, de modo que puedan
ayudarlos a adoptar la posición que ellos mismos tienen en tan alta
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