Página 378 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
Este y aquel no practicaban la reforma pro salud mejor que ella;
compraban y comían carne, y ocupaban una elevada posición en
la iglesia, entonces podía excusársela a ella, por supuesto, ante tal
ejemplo, si hacía lo mismo.
Este no es el único caso en el que detrás de las fallas de otros
se ha escudado el descuido en seguir la luz que el Señor ha dado.
Es vergonzoso que hombres y mujeres inteligentes no tengan idea-
les más altos que los de los seres humanos imperfectos. Algunos
consideran la conducta de los que los rodean, no importa cuán im-
perfecta sea, como excusa suficiente para seguir sus pasos. Muchos
seguramente serán arrastrados por la influencia de algún hermano
líder. Si se aparta del consejo de Dios su ejemplo es gustosamente
seguido por los no consagrados, quienes ahora se sienten libres de
control. Ahora tienen una excusa sus corazones no consagrados se
glorían en la oportunidad que tienen de ser complacientes con sus
deseos y de acercarse a la amistad con el espíritu del mundo, donde
pueden disfrutar de sus placeres y gratificar su apetito. Por lo tanto
colocan en sus mesas lo que no es lo más saludable, y de lo cual
han aprendido que deben abstenerse a fin de poder preservarse en
un mejor estado de salud.
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Ha habido una lucha en los corazones de algunos desde que la
reforma pro salud se introdujo por primera vez. Han sentido la misma
rebelión que sintieron los hijos de Israel cuando se restringieron sus
apetitos en el camino de Egipto a Canaán. Los profesos seguidores
de Cristo, que toda su vida han consultado su propio placer y sus
propios intereses, su propia comodidad y sus propios apetitos, no
están preparados para cambiar de conducta y vivir para la gloria de
Dios, imitando la vida de renunciamiento de su perfecto Modelo.
Se ha presentado a los cristianos un perfecto ejemplo que imitar.
Las palabras y las obras de los seguidores de Cristo son el canal
por medio del cual los puros principios de verdad y santidad se
comunican al mundo. Sus seguidores son la sal de la tierra, la luz
del mundo.
Hermana E, usted no se da cuenta de cuántas bendiciones ha
perdido al transformar las flaquezas de los demás en un bálsamo
para calmar su conciencia por el descuido de sus deberes. Ha tomado
a los demás como punto de referencia para juzgarse a usted misma.
Las sendas torcidas y las fallas de los demás han sido su libro de