Página 382 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

Basic HTML Version

378
Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
Algunos que no profesan seguir a Cristo están más cerca del
reino de Dios que muchos profesos observadores del sábado de ___-
__. No os habéis mantenido en el amor de Cristo ni habéis enseñado
el temor de Dios a vuestros hijos. No les habéis enseñado la verdad
con diligencia, cuando os levantabais, cuando os sentabais, cuando
salíais, y cuando entrabais. No les habéis puesto límites. Miráis a
otros niños y os complacéis diciendo: “Mis hijos no son peores que
ellos”. Esto puede ser cierto, pero ¿acaso el descuido de los demás en
cumplir con su deber disminuye la fuerza de los requerimientos que
Dios os ha impuesto como padres? El os ha dado la responsabilidad
de formar a estos hijos para él, y su salvación depende en gran
medida de la educación que reciban en su niñez. Nadie puede tomar
esta responsabilidad; es vuestra, solamente vuestra, como padres.
Podéis traer en vuestra ayuda todo auxilio posible para asistiros
en esta solemne e importante obra; pero después que hayáis hecho
esto, hay un poder superior a todo agente humano, que obrará con
[356]
vosotros por el medio que es vuestro privilegio usar. Dios vendrá en
vuestra ayuda y podéis confiar en su poder. Este poder es infinito.
Los agentes humanos pueden fracasar, pero Dios puede hacerlos
fructíferos al trabajar en y por medio de ellos.
Tenéis que abocaros a la obra de poner vuestra casa en orden.
Los ángeles puros y santos no pueden sentir placer en llegar a una
casa donde se práctica tanta iniquidad. Estáis dormidos en vuestros
puestos. Cosas de menor importancia han ocupado vuestras mentes
excluyendo así asuntos de mayor trascendencia. Buscar el reino de
los cielos y su justicia debiera ser la principal ocupación en vuestras
vidas; entonces tenéis la promesa de que todas las cosas os serán
añadidas. Aquí es donde habéis fracasado en vuestra familia. Si
hubierais luchado para que vosotros y los vuestros pudieran entrar
por la puerta estrecha, os hubierais empeñado en recoger cada rayo
de luz que el Señor permitió que brillara en vuestra senda, y lo
hubierais atesorado y hubierais caminado en él.
No habéis prestado atención a la luz que el Señor os ha dado por
gracia en cuanto a la reforma pro salud. Habéis sentido el deseo de
levantaros en contra de ella. No le habéis dado ninguna importancia
ni habéis encontrado la razón para recibirla. No habéis estado dis-
puestos a controlar vuestro apetito. No podíais ver cuán sabio era
Dios al brindaros luz en cuanto al control del apetito. Sólo veíais